Hurras y solidaridad por Chile

Rodrigo López Oviedo

Desde hacía mucho tiempo no se vivía en Chile un debate electoral tan polarizado como el que acaba de terminar, no tanto por el aparente equilibrio de fuerzas existente entre sus dos más importantes protagonistas, José Antonio Kast y Gabriel Boric, que en realidad no fue mucho, como por lo opuesto de sus planteamientos.
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En efecto, los discursos de José Antonio Kast, el perdedor, no pudieron ser más contrarios a los del ahora presidente electo Gabriel Boric. Autoproclamándose representante de la nueva derecha, Kast fue claro al señalar sus preferencias por un gobierno de mano dura, inspirado en la autoridad y el orden y con cercanías ideológicas a los de Pinochet, Trump y Bolsonaro. Dado su discurso, de él no hubiera podido esperarse ninguna reticencia ante las orientaciones de Washington ni ningún rompimiento significativo con las políticas antipopulares de los últimos 50 años. Su acceso al poder habría significado una mayor exacerbación de la crisis social y una más prolongada brecha entre pobres y ricos, que ha sido en últimas la consecuencia de más común ocurrencia en los países que están bajo el modelo neoliberal.

Por fortuna, el ganador fue Gabriel Boric. Forjado en el crisol de las movilizaciones populares, este líder de mil batallas con tan solo 35 años, consecuente con su pasado, llamó al electorado a procurarse un gobierno con orientaciones marcadas por un nuevo modelo económico, abierto a la democracia real, sensible a los reclamos de la sociedad y comprometido con un cambio real en el manejo del Estado. Solo un gobierno así, diferente en sus esencias a los del pasado, podría devolver a todos los chilenos el derecho a ser felices. Tal era su discurso, y cómo no creérselo a quien como el ni siquiera cedió al macartismo de quienes quisieron torcerle el pescuezo por su alianza con los herederos de Recabarren y Corbalán, que tantas muestras de apego a la voluntad popular dieron en los aciagos tiempos de la dictadura pinochetista.

Lo que a los chilenos les espera ahora con la llegada de Boric al Palacio de la Moneda es el trasegar por un camino que será sembrado de dificultades por las oligarquías y el imperio, reacios a aceptar que sus privilegios pueden estar llegando a su fin. Es entonces cuando los demócratas del continente debemos estar preparados para ofrecerles la más amplia solidaridad, pero prepararnos también para no volver a caer en la trampa de nuestras propias oligarquías, que querrán persuadirnos, como lo están logrando respecto de Maduro, de que tales dificultades son culpa de Boric, y no de las agresiones que entonces ellos mismos pondrán al orden del día.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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