¡Petro y pueblo, unidos para vencer!

Rodrigo López Oviedo

Terminó la incertidumbre; Gustavo Petro se hizo presidente, y con su elección el pueblo colombiano ha comenzado lo que podríamos llamar un rompimiento histórico con las castas dominantes, desde siempre preocupadas tan solo por nutrir sus privilegios.
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Lo que queda es esperar que este 7 de agosto, cuando el mismo Petro sea el que abra las ventanas del nuevo poder, salga por ellas una nueva y fresca brisa en señal de que llegó el momento de comenzar a respirar aires de prosperidad.

Tal es la esperanza que nos da este triunfo, por fortuna robustecida con el ejemplo que ese gigantesco David, llamado Gustavo Petro Urrego, nos ha dado a través de toda una vida de lucha contra el ahora disminuido Goliat. Esa esperanza la ratificó el propio Gustavo con la magistral pieza oratoria que pronunció con motivo de su elección. Con ella probó su inmensa condición de estadista, la misma de la que han carecido todos los que durante el presente siglo, y buena parte del anterior, le han precedido en el desempeño de la primera magistratura de la Nación.

Lo que vendrá ahora será una dura confrontación entre el nuevo gobierno, empeñado en hacer realidad las transformaciones contenidas en su programa de gobierno, y las castas oligárquicas, huérfanas, al fin, de la más importante parcela del poder.

Estas se empeñarán a fondo en el propósito de evitar que se consumen tales transformaciones, no obstante que con ellas no se afectarán los cimientos del régimen de explotación que han gerenciado, aunque sí representan un avance considerable para un pueblo que cuenta con una democracia cercenada, que vive en duelo permanente por el crimen oficial, el hambre y la enfermedad; al que se le han burlado sus derechos fundamentales y sometido a la más vergonzosa corrupción.

Esa casta oligárquica sembrará de obstáculos el panorama que vendrá, y ante ello el pueblo no puede permanecer indiferente. Tiene que hacer de ciudades y pueblos el escenario natural para manifestar sus angustias y defender y profundizar las transformaciones que espera de Petro y su gobierno. Nada de esto será en vano: servirá para que el nuevo primer mandatario de la Nación, sintiéndose acicateado por su pueblo, se haga más firme en la defensa del poder que el mismo pueblo ha puesto en sus manos y en el impulso a sus promesas de campaña.

Los que vendrán no serán tiempos fáciles, pero la suerte está echada. Con el esfuerzo convergente de pueblo y gobierno podrá comenzarse la construcción de ese anhelado país en el que quepa la mayor suma de felicidad para todos, según lo quería nuestro Libertador Simón Bolívar.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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