Partidos y grupos de interés

Rodrigo López Oviedo

Una definición de común aceptación respecto de los partidos políticos es que estos son los medios a través de los cuales cada clase o grupo social articula sus esfuerzos para lograr que sus intereses hagan tránsito a decisiones estatales.
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Efectivamente, hay partidos respecto de los cuales resulta fácil identificar los intereses de clase que representan. Son los que sin ambigüedades se identifican como partidos de izquierda o de derecha. Y los hay también con intereses que se extienden a varias clases sociales, como ocurre con el Centro Democrático, que es en realidad una alianza de varias clases, identificadas con la defensa del statu quo y, en particular, con el modelo neoliberal.

Sin embargo, siendo tan múltiples y disímiles los intereses existentes en la sociedad, se hace difícil a veces delimitar el campo de los intereses de algunos partidos, como el de los socialdemócratas, por ejemplo, que ponen el acento en la defensa de la estabilidad social y hacen de las concesiones a la izquierda y la derecha, según convenga, la esencia de su actuar político. O como los que defienden intereses que parecen concernirle a toda la sociedad, como son los que actúan en pro del medio ambiente, de los derechos humanos o de la equidad de género; o los que se camuflan tras categorías tan amorfas como la tradición, la familia o la propiedad.

Ese fárrago de complejidades resulta agravado por un problema especialmente contrario a las buenas formas de hacer política: el de aquellos partidos cuyos intereses no van más allá de los de su propio jefe, que no son otros que el de tener acceso al manejo ilícito de la cosa pública y a las prebendas derivadas de la acción o la omisión en el desempeño de las dignidades que puedan conseguir en la justa electoral.

Más de un ejemplo de este tipo de partidos hay en cada región, y es de esperar, aunque no de desear, que su número se incremente si se aprueba el excluyente sistema de listas cerradas, pues muchos de los que se crean con fuerza suficiente para ocupar cargos de representación y no se sientan seguros de lograrlo a través de este tipo de listas, podrán optar por montar su propia empresa electoral, para lo cual no les faltarán complicidades en la Registraduría Nacional.

Esto es de presumir que ocurra así, pues no le resultará cómodo a ningún baroncillo electoral el tener que esperar que el barón mayor de su partido le permita ocupar un puesto dentro de su lista que sea garantía de su elección. Ante esta incertidumbre en una lista ajena, mejor tenerla en la propia.

“La mejor parte de la belleza es aquella que ninguna imagen puede expresar” - Francis Bacon.

 

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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