Los deberes del petrismo

Rodrigo López Oviedo

Cuando los integrantes de una sociedad requieren gruesas sumas de dinero para poder candidatizarse a los cargos de elección popular con alguna posibilidad de éxito, tal sociedad no es democrática.
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De ello es buen ejemplo la nuestra. Los fajos de billetes que ponen a circular quienes compiten en representación de las castas politiqueras tradicionales permiten que, a la postre, sean ellos los que terminen izando sus dedos con la V de la victoria.

Claro que algunos rechazarán tal afirmación, señalando como prueba en contrario el triunfo del petrismo en el 2022, pero están equivocados. No porque a veces la supremacía de un líder y el entusiasmo de sus fuerzas de apoyo desemboquen en su llegada al solio presidencial, como ocurrió con el caso de Gustavo Petro, podemos decir que tenemos una real democracia.

Si así fuera, nuestro presidente estaría dedicado exclusivamente a implementar las medidas para las que fue elegido, y no a hacerle frente a un Congreso que se niega a convertirlas en ley, ni a esquivar la explotación mediática que se les viene haciendo a algunos hechos que bajo otras condiciones se presentarían como meramente circunstanciales. 

De este tipo son los casos relacionados, por ejemplo, con el indelicado proceder de uno de sus hijos, la lengua suelta de su hermano, las falsas condiciones de su estado de salud, su pasado guerrillero e, incluso, el resultado de las elecciones regionales, a las cuales se las está presentando como una derrota personal.

Pese a los anteriores cuestionamientos y a lo que implicaría dejarlos pelechar, no se ve entre sus seguidores casi ningún interés en defenderlo a él, y menos a la alternativa de poder que él representa. Pareciera desconocerse la importancia de lo que está en sus manos, que no es ni más ni menos que el presupuesto nacional, el Plan Nacional de Desarrollo, el mando sobre las fuerzas armadas, gran parte de la nómina estatal y la representación del país. Por la importancia de estas funciones, su regreso a manos de la derecha sería catastrófico, pues bien sabemos el tipo de uso que hacen de ellas.  

Por ello las fuerzas alternativas, a manera de defensa preventiva, deberían comenzar ya a preparar las campañas del 2026, de las cuales saldrá el reemplazo a nuestro presidente y la conformación del nuevo Congreso. En ellas no podemos repetir la experiencia de las dos últimas, en las cuales las candidaturas terminaron convertidas en fuente de discordia entre las bases y en serios cuestionamientos a las autoridades partidarias encargadas de los avales.

Ojalá aprendamos de lo que acaba de ocurrir en Ecuador y Argentina para que no nos pase igual.

 

Rodrigo López Oviedo

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