Me declaro indignada con...

Vuelvo al tema de mi columna del lunes, hace ya quince días, sobre el movimiento de “Los Indignados” que ya cumplió un año de su ocurrencia y que según parece continuará extendiéndose a varios países.

En México, según lo registran los periódicos, ha surgido un movimiento  “yo soy 132” que moviliza a jóvenes estudiantes contra el candidato presidencial del PRI, que según  las encuestas puede resultar ganador de las elecciones presidenciales. Los estudiantes de “Yo soy 132”, se manifiestan “indignados” y protesten contra la corrupción política y contra la forma como los periódicos informan sobre el debate electoral en este país latinoamericano.

Pues bien, yo también tengo muchos motivos para declararme indignada con circunstancias de nuestra vida colombiana, que se extienden cuanto pasa en el Tolima e Ibagué, la tierra donde vivimos.

Me declaro indignada con la alta desigualdad e inequidad social y económica que se manifiesta en los indicadores de pobreza  que afecta a la población colombiana, según lo  divulgado por  el DANE, en los días anteriores. Es injusto que tantos colombianos y tolimenses vivan en situaciones de indigencia, porque no tienen recursos para alimentarse, mucho menos para sufragar los gastos que implica tener a un niño o joven en la escuela. Lamentable es que nuestro departamento crezca económicamente a un ritmo de tortuga con relación al crecimiento económico promedio del país, que se manifiesta a través del Producto Interno Bruto. ¿Acaso es justo que en el Tolima tengamos un Producto Interno Bruto por habitante de 8 millones 624 mil pesos (año 2010)? Como inequitativo es que los ingresos, la riqueza y los medios de producción estén en pocas manos, frente a la mayoría que tiene tan poco o no tiene nada para subsistir.

Me declaro indignada por la corrupción que se ha vuelto común y parte de nuestra cultura. Se manifiesta de tantas maneras y en tantas partes que es difícil identificar dónde no hay corrupción o quién es honesto. No entiendo por qué,  muchos de nuestros mandatarios  a la fecha, no han cumplido el mandato del nuevo Estatuto Anticorrupción (Ley 1474 de 2011), que en su artículo 73 establece que cada entidad oficial departamental o municipal debe elaborar anualmente un Plan Anticorrupción y de atención al ciudadano que incluya “una estrategia de lucha contra la corrupción y de atención al ciudadano. Dicha estrategia contemplará, entre otras cosas, el mapa de riesgos de corrupción en la respectiva entidad, las medidas concretas para mitigar esos riesgos, las estrategias anti trámites y los mecanismos para mejorar la atención al ciudadano”. No se debe  esperar a que pase el año 2012 para actuar según esta norma. Porque la situación es urgente y grave, a mi modo de ver y el país entero debe obrar en consecuencia.

Me declaro indignada frente a tantos hechos de violencia que se  hacen visibles en el número de asesinatos y homicidios en los barrios y en las veredas, en la muerte de nuestros soldados. Porque ya van más de cien soldados muertos en lo corrido del año, según dice el Comandante del ejército, el General Mantilla, en entrevista para El Tiempo de ayer.

Me declaro entonces indignada por la grave falta de seguridad donde los colombianos nos volvimos a sentir atemorizados al desplazarnos en cualquier ciudad del país y más aún en Bogotá.  Pareciera que el Presidente Santos estuviera perdiendo el año en estos términos.

Me declaro indignada ante tantos embarazos de adolescentes, principalmente cuando esto implica la reproducción y multiplicación de la pobreza. Me declaro indignada cada vez que escucho datos sobre nuestra situación educativa cuando los indicadores correspondientes dicen que estamos por debajo del promedio nacional y me declaro indignada con los padres de familia que son incapaces de cumplir con sus obligaciones en todos los campos con sus hijos  y permiten que engrosen las filas de la delincuencia de nuestro país, de agresión dentro de sus instituciones, escenarios públicos como  en el caso de los estadios.

Me declaro indignada con la falta de sentido de pertenencia con nuestro país, no se cuida, no se protege, no se respeta. Si cada uno empieza por formar en este sentido a los miembros de su familia y en las escuelas y universidades a sus estudiantes, las actitudes y comportamientos podrían cambiar.

 

Credito
NDIRA ORFA TATIANA ROJAS OVIEDO

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