Hay que enfatizar en la formación de mejores seres humanos

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El sociólogo e investigador suizo Philippe Perrenoud, dentro de sus numerosos artículos, cuenta con uno titulado ¡L´e cole ne sert á rien!, “La escuela no sirve para nada”, en el cual hace un extenso análisis sobre individuos que han sido altamente instruidos como en el caso de Ben Laden y los terroristas, muchos fanáticos, dirigentes que han logrado generar guerras, fracturar religiones, dividir países, abusar desde las multinacionales, y burlarse incluso de los intereses de los pueblos, gracias al poder que les ha dado la instrucción.

El artículo precisa que “Entre los 12 dignatarios nazis que decidieron que se abrieran las cámaras de exterminio, más de la mitad tenían un doctorado”, demostrando así que un alto nivel de instrucción no necesariamente tiene que ver con la ética.

Colombia vive una situación de intolerancia en las escuelas, de delincuencia juvenil, de desconfianza entre la ciudadanía que no sólo es un flagelo dada la inequidad en los derechos fundamentales y los niveles de pobreza, es la oportunidad que convierte en delincuentes de cuello blanco, en corruptos en el manejo del tesoro público, en deshonestos en el cumplimiento de contratos donde los intereses personales están por encima de los colectivos.

Los Nule, son un claro ejemplo de individuos instruidos, pero sin ninguna ética, la eficacia de la escuela no se observa en ellos, pero sus habilidades fueron puestas al servicio personal sin el más mínimo pudor ni reparo del cuidado de lo público, no fueron educados, simplemente fueron instruidos y podríamos pensar que el mismo Estado se encarga en su mirada eficientista, de transmitir que lo importante es alcanzar la mejor nota, el posicionamiento, sin importar la forma, si se descubre el fraude, se sanciona.

Nuestro Estado es sancionatorio desde la escuela, se sigue vigilando y se sigue castigando desde la misma estructura, pero la formación crítica, reflexiva, la capacidad de enseñar a pensar, de aprender a aprender, el fin claro de enseñar la solidaridad y el respeto mutuo, las herramientas para comprender que cada acción trae una consecuencia individual o colectiva, está en segundo plano, las familias se esfuerzan en la formación ética y moral y la sociedad se encarga de descomponer.

El fin fundamental de la escuela es formar ciudadanos competentes como excelentes seres humanos, conocedores de las disciplinas y capaces de poner en práctica lo aprendido, capaces de desarrollar un pensamiento crítico, pero con un espíritu propositivo, no solamente argumentativo con una visión destructiva, con la cual solo convence incautos y detiene la posibilidad de desarrollo.

Hay que repensar la escuela, su verdadero objetivo, no puede ésta convertirse en el lugar de “reclutamiento forzoso” donde las horas pasan con tedio y no existe ningún interés por el aprendizaje dada la obsolescencia de los métodos y estrategias y la impertinencia de los contenidos.

Credito
INDIRA ORFA TATIANA ROJAS

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