La formación de los hijos

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

He estado preguntándome cuál ha de ser la fórmula o la tendencia más adecuada para lograr hijos felices, con la capacidad de reconocer a su familia, de interactuar sin complejos, de alcanzar altos niveles académicos que le permitan no sólo complacer la estructura morbosa de la educación: Formar para favorecer al Estado, no al individuo, porque se educa para ser asalariado, no para ser el emprendedor, innovador, creador, el dueño de la empresa, el que ofrece empleo, sino, el empleado.

Cómo lograr la sintonía entre el ser, el saber, el saber hacer, permitiendo la felicidad en todos los órdenes, la unidad que tanto se reclama, entre la familia, los amigos y el entorno. Me cuesta dificultad creer que Colombia se proclama un país feliz, y paradójicamente quienes más sienten esta felicidad corresponden a estratos socioeconómicos más bajos, que disfrutan la mesa poco nutrida, y hacen del encuentro un motivo, porque celebran de manera espontánea mil momentos.

Hoy veo profesionales prósperos, a temprana edad, pero vacíos, ¿qué faltó en su formación, si aparentemente tuvieron cuanto un ser humano puede desear? Entonces, considero que sería oportuno escribir acerca de buenas prácticas que pueden recomendarse como un aporte a los padres nóveles. Me gustaría recibir en mi correo algunas recomendaciones producto de la paternidad reflexionada, porque no se puede continuar con un país fruto de buenos abuelos que a partir de la praxis lo hicieron mejor que en su calidad de padres.

Retomando al Papa Francisco, en cuanto al decálogo para ser feliz, publicado en la revista argentina Viva, que aún cuando él mismo considera no sencillo de alcanzar, lo promulga como un consejo que seguramente ayudará y es que en primer lugar hace una exhortación a vivir y dejar vivir, y lo aclara con un proverbio chino que reza: “Anda adelante y deja que la gente vaya adelante”, además la necesidad de darse a los demás, es decir, ayudar a los otros, cuidando a los ancianos, sabiendo que son los sabios de un pueblo, porque “un pueblo que no cuida a sus ancianos, no tiene futuro”…

Jugar con los hijos a pesar de la cultura del consumismo, que deja a un lado el calor humano, la lectura, el disfrute del arte, la poesía.

Dar oportunidades a los jóvenes y contribuir a la consecución de un empleo, porque la exclusión y falta de oportunidades avoca a la droga.

El desafío del cuidado de la naturaleza en el planeta, la capacidad de olvidar las ofensas, la posibilidad de entender la diferencia, entre ellas, la ideológica, que se observa como un nicho de odios y divisiones que resulta ilógica en el siglo XXl, donde el diálogo debe ser permanente. Si las tensiones anteriores se superaran, más sencillo sería lograr la paz, que es un reto permanente. “Estamos viviendo en una época de mucha guerra…En África parecen guerras tribales, pero son algo más, son guerras que destruyen, y el clamor por la paz hay que gritarlo. La paz a veces da la idea de quietud, pero debe ser una paz activa”. Dice el Papa.

Me preocupa incluso la guerra ideológica que se vive entre un grupo pequeño de amigos, que resulta imposible pensar en reunirlos bajo el mismo propósito, porque sus odios y prevenciones, sus creencias sobre la verdad y sus apoyos a unos y a otros, les impide la racionalidad que dada la edad, tendría que ser parte inherente de su cotidianidad.

Me preocupan las guerras que se libran en una pareja de jóvenes, o la lucha en los hogares que dejan huellas en las mentes y transmiten a las almas de sus hijos.

tatianarojasoviedo34@gmail.com

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