Se requiere un cambio en la idiosincrasia del Tolima

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

El Tolima e Ibagué pasan por una crisis en innumerables aspectos, que sin duda tiene que ver con el cuidado de lo público, la Educación, la Salud, la formación para el trabajo, el mal servicio al cliente o al usuario, la actitud pesimista y el discurso lastimero de un gran número de habitantes que denotan falta de esperanza en sus rostros adustos.

Preocupa la carencia de sentido de pertenencia por lo nuestro, la falta de amor propio, la falta de calidad por el trabajo desempeñado, la actitud displicente, la poca energía y deseo de cambio, la incapacidad para despertar el deseo de aprender, la fagocitosis de la cual son víctimas nuevos profesionales que ocupan el mismo espacio de quienes ya suman algunas décadas en un cargo y tratan a los noveles de manera indigna.

Se percibe abuso en muchos campos, desde el servidor público que no tiene claro que su función es servir al pueblo y es tan grave que algunos cuando ostentan un sencillo puesto directivo, padecen una metamorfosis severa que solo logra denotar su falta de experiencia y competencia para cumplir su función.

No hay prospectiva en la vida de los jóvenes, no existe una formación real para la planeación, ni un proyecto que conlleve al emprendimiento y por lo tanto es cotidiano escuchar que no hay planes futuros en la vida de los próximos profesionales, acrecentando además la gran brecha entre la formación profesional y el ámbito laboral que deja clara la impertinencia de la educación, como lo diría nuestro filósofo Guillermo Hoyos.

En el Tolima e Ibagué, la impresión que se tiene ante muchas peticiones o reclamaciones de los usuarios, es que no se va a encontrar solución porque inmediatamente se plantean obstáculos que dejan clara una actitud negativa como parte de la respuesta que a flor de labios se tiene.

Los milagros existen, pero hay que propiciarlos con trabajo conjunto, con discursos proactivos, optimistas, críticos propositivos, donde necesariamente la escuela deberá intervenir y permear al núcleo fundamental de la sociedad que es la familia.

Me duele la soledad y la falta de afecto que padecen nuestros niños, entonces cómo exigir que hayan comportamientos sociales idóneos, si se ha dejado al garete la formación de miles de infantes que parecen huérfanos de padres vivos y a quienes se les vulneras sus derechos desde sus propias familias y luego en los mismos organismos del Estado.

Nuestro Departamento y su capital deben sufrir un cambio que sea liderado desde las administraciones y donde todos debemos aportar.

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