Al estilo soviético...

Robert Shaves Ford

Los gobiernos autoritarios suelen purgar, de tanto en tanto, a sus más altos cuadros políticos. Despiadada y metódicamente. De ese duro modo sus liderazgos se desprenden o eliminan a quienes no endosan mansamente sus acciones, o de aquellos que por alguna razón no son merecedores de su confianza, o de quienes aparecen, de pronto, como posibles rivales.

Nicolás Maduro acaba, con ese marco, de destituir a Rafael Ramírez Carreño, quien se desempeñaba desde 2014 como embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas.

Lo hizo luego con la cúpula de Citgo, la filial norteamericana de Pdvsa, por presunta corrupción, pecado calificado de mortal que también ahora se esgrime contra el mencionado Ramírez, a quien además se acusa de lavado de dinero. Ramírez se había desempeñado en el pasado también en lo más alto de petrolera estatal venezolana Pdvsa. Hablamos de un hombre tenido como uno de los “pesos pesados históricos” del chavismo, que fuera parte de su cúpula principal desde 1998. De uno de los dirigentes que en su momento estuviera entre los más cercanos a Hugo Chávez. De un expoderoso vicepresidente de Venezuela. De uno de los cuatro únicos líderes del chavismo que, a fines de 2012, decidieran en La Habana que Nicolás Maduro sería el sucesor en el poder de Hugo Chávez, luego de su muerte.

Se estima Ramírez que podría de pronto haber “desviado” en su favor una cifra impactante de varios millones de dólares originados en Pdvsa. Acusaciones de similar magnitud se han acumulado ya sobre los hombros de muchos de los más altos dirigentes chavistas. La corrupción del chavismo parece haber sido realmente inmensa.

En las últimas semanas, a manera de anuncio de sus disidencias, Ramírez había de pronto publicado notas sumamente críticas acerca de la situación económica de su país, contra lo que el gobierno de Nicolás Mauro reaccionó airadamente desde las redes sociales.

Aparentemente, la purga dispuesta por Nicolás Maduro, que coincide con la repentina militarización del sector petrolero venezolano, es una señal más de la profunda división que se habría producido en lo más alto del chavismo.

Esto sucede, claro está, en momentos en los que el perimido “modelo” económico mismo del chavismo, el colectivista, ha sumido a Venezuela en la pobreza y destruido el que alguna vez fuera un elevado -y envidiado- nivel de vida de su pueblo. Pese a todo, Nicolás Maduro buscará seguramente obtener un segundo mandato presidencial en los comicios nacionales previstos para diciembre de 2018, que podrían de pronto adelantarse. Está entusiasmado por las cuestionadas victorias electorales obtenidas en el 2017 con motivo de la amañada elección de constituyentes y de los comicios regionales, que fueran también impugnados por la oposición, en los que el oficialismo obtuvo 18 de las 23 gobernaciones que estaban en juego.

Lo que está claro es que la política del “chavismo” y la economía de Venezuela son dos cuestiones a contramano.

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