Mujer y dignidad

Daniel Felipe Soto

Hoy, podemos entender que mujer es sinónimo de lucha por la dignidad.
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Y no es para menos, ser mujer en un país que ha basado sus modelos culturales en estereotipos de géneros machistas y patriarcales, significa una constante batalla por el reconocimiento de su humanidad y lugar en el mundo. No fallan quienes afirman que la violencia contra la mujer es, en todo caso, un acto político que conlleva una fuerte carga ideológica, un mensaje claro que marca la pauta de la relación hombre-mujer: dominación-subordinación.

Gracias a las reivindicaciones logradas en los últimos años por los distintos movimientos feministas, se ha visibilizado uno de los fenómenos que más ocurre contra la mujer en Colombia: el de la violencia intrafamiliar. Siendo ésta más silenciosa, más oculta, pero no menos grave; la Corte Constitucional en Sentencia C-408 de 1996 reconoció que la violencia del hogar puede interpretarse como verdaderas torturas, que tienen el agravante de presentarse en el ámbito privado, lo que lo hace más difícil de contrarrestar. Muchas veces, incluso por prácticas tradicionales que establecen roles definidos sobre la mujer, estas situaciones son vistas como normales y por lo tanto no son denunciadas.

Según el Instituto Nacional de Medicina Legal, el año pasado en el periodo comprendido entre los meses de enero a octubre más de 98 mil mujeres fueron víctimas de violencia de género; de estas, 34 mil fueron atendidas por violencia intrafamiliar y se presentaron más de 800 feminicidios. Estas cifras bastantes altas, sin embargo, están por debajo de la realidad, puesto que aún existe fuertes barreras de acceso a la justicia, que impiden a la mujer denunciar o buscar la ayuda estatal que, por demás, muchas veces es ineficiente e inoperante.

Mientras estas situaciones se presenten, no podemos afirmar que Colombia es un Estado garantista y mucho menos que hemos avanzado para alcanzar la igualdad. Desafortunadamente, en nuestro país, ser mujer es un factor de alto riesgo.

Los hombres debemos sumarnos a la causa feminista –que es la causa de la humanidad- y trabajar arduamente para superar los comportamientos machistas. Hay que frenar la cosificación de la mujer y asquearnos del acoso constante que sufren. Basta ya con hacer gracia a chistes machistas que repiten roles de género. Debemos abrazar nuevos paradigmas que nos permitan acercarnos a una sociedad igualitaria fundada en el respeto a la dignidad humana.

Entender que el concepto de mujer ha sido una construcción histórica y social, mas no natural, nos permitirá entender que los supuestos roles que tanto les gusta a los machitos, no son naturales ni mandatos divinos. Ha sido simplemente el papel que el patriarcado les ha dado a las mujeres a lo largo de la historia. Es inaudito que bien entrado el siglo XXI sigamos discutiendo sobre el reconocimiento de derechos a las mujeres, sobre todo en Estados que se presumen democráticos.

No es con misas, como pretenden algunas autoridades, que se reivindican los derechos y la dignidad de la mujer. Se necesitan acciones mas no oraciones para garantizar el respeto a las garantías fundamentales. La conmemoración del día de la mujer no puede ser tratada como una celebración insulsa, un motivo comercial vacío. Es un día que debe servir de reflexión profunda para comprometernos en la lucha por una sociedad igualitaria.

DANIEL FELIPE SOTO MEJÍA

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