Dos renuncias: ¿dos crisis?

Hubo dos renuncias esta semana, la de Juan Manuel Ospina, director del Incoder, y la de Antonio Navarro Wolf, secretario de gobierno de Bogotá. Los dos eran hombres claves en sus puestos. El primero, en los programas de restitución de tierras y desarrollo rural del gobierno y, el segundo, en el manejo de la política, la seguridad, la participación ciudadana y la atención de desastres.

Las declaraciones de Ospina, especialmente las entregadas a Cecilia Orozco en El Espectador, traslucen, más que algunas razones de su dimisión, las dificultades que atraviesa ese programa que el presidente Santos catalogó como “revolución agrícola”.

El ministro Restrepo -al intentar ocultarlas- cayó a un foso sin salida para exponer lo que llama velocidad de “10 kilómetros por hora” en el proceso.


Acusar a Ospina por los pocos resultados en este proyecto, enredado desde su origen, desde las limitaciones y los alcances mismos que se impusieron en la ley y en los decretos reglamentarios, para una recuperación pronta y eficaz, es evadir -de nuevo- el  debate de fondo.


Para colmo de males, en las respuestas de Ospina se denuncian afanes de “protagonismo” y de descoordinación cuya más clara expresión es el manejo acomodado de cifras en las que, como reconoce el exdirector, “el senador Robledo ha puesto el dedo en la llaga”.


Contrario al caso del Incoder, en Bogotá el dimitente ha insistido en que su renuncia se produjo por razones “estrictamente personales” y, hasta ahora, veladas. Fuera de reconocerle a Navarro que dicha explicación evita el impacto negativo sobre la administración distrital y que su retiro implica la salida de un contrafuerte para Petro, la percepción ciudadana sobre este gobierno corre a la baja, en caída libre en menos de 100 días.  


La encuesta Datexco - El Tiempo es reveladora: sólo el 39.5 por ciento tiene una imagen favorable de Petro; un porcentaje algo inferior está de acuerdo con la forma de gobernar y el 53 por ciento cree que Bogotá va por mal camino. Mientras el 26.6 por ciento califica la gestión como excelente o buena, el 40.8 por ciento la evalúa como pésima y mala.


La mayoría está en contra de jerarquizar el tranvía por la Séptima sobre el metro, de cambiar el trazado de la ALO y de realizar conciertos en el Campín.


En cuanto a la renegociación de los contratos de Transmilenio, el 66.5 por ciento respalda esta propuesta que, por cierto, no se menciona, explícitamente, en el Plan de Desarrollo.


Con tales resultados, no sorprendería que en el camino se conozcan otras razones de la renuncia del exsecretario; al fin y al cabo, nadie se sale de la foto cuando ella pretende ser histórica.

Credito
AURELIO SUÁREZ MONTOYA

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