La jugada del mundial

En los años setenta del siglo pasado, cuando se adjudicó a Colombia la sede del Campeonato Mundial del 86, el poeta Nelson Osorio Marín y la cantante Eliana crearon una melodía que se volvió muy popular, era la época de la canción social y de protesta. Hoy, cuando acaba de culminar el Campeonato Mundial Sub20, sus versos parecen ser la mejor expresión del balance que le queda al pueblo colombiano.

“Es mejor que sepas ya/que eres un jugador/del equipo perdedor/del campeonato mundial/, pues si bien se logró una relativa imagen, fue a costa de las cuantiosas inversiones en los estadios, algo así como doscientos cincuenta mil millones de pesos, que resulta ser una cifra demasiado onerosa para un país pobre que debiera tener otras prioridades. El argumento de que los estadios quedaron ahí, podría ser válido, pero una duda nos asalta, ¿Qué pasará cuando los asistentes ya no sean los de la clase media y, en cambio, las graderías sean ocupadas por las barras bravas o se alquilen para conciertos, como ya lo anunciaron algunos alcaldes?

“Si tú no tienes trabajo/ Qué importa!/ Si tu salario es limosna/ Qué importa,/ si en tu barrio no hay escuelas/ Qué importa/”, pues de todas maneras hicimos el mundial para que las arcas de esa multinacional llamada FIFA, se llenaran con las entradas y con el cobro de todos los derechos comerciales, como las transmisiones de televisión y radio, al igual que inscripciones, patrocinios y  todo tipo de publicidad en los estadios.

“Si no tienes pan ni casa/ Qué importa/ si no tienes hospitales/ Qué importa/ Si con impuestos te agobian/ Qué importa/”, lo que interesa es decirle al mundo, con espíritu patriotero, que aquí estamos muy bien, porque miles de policías  controlaron a los fleteros; ahuyentaron a los carteristas de los estadios; la Fiscalía no hizo público una nueva olla podrida y tampoco se adjudicaron nuevas licitaciones  para evitar el bochorno con los turistas, los mismos que escasearon, porque se esperaban trescientos mil y solo llegaron un poco más de setenta mil.

Los colombianos de las ciudades sedes se desbordaron en amabilidad y hasta  servilismo con los extranjeros, hasta el punto de que el equipo se dejó ganar de los “manitos” para que estos no se sintieran mal. Los índices de desempleo bajaron a un dígito por tanto rebusque en las calles vendiendo camisetas, sombreros voltiaos y fritanga. Cifras descomunales se gastaron en una inauguración amorfa y cuatro mil millones en una despedida mitico – tecnológica.

¡Pero qué importa, hicimos el mundial!, así sea que desde esta semana, “la vida subirá/como un balón bien inflado/ y en tu casa comerán /sopa de sede mundial/.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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