Los guerreros de la palabra y de la imagen

El primer recuerdo que tengo de un periodista es el cuerpo enjuto de un hombre oloroso a tinta, que sostenía en su nariz unas gafas gruesas,

mientras sus manos se movían ágilmente para atrapar de un montón de letras, aquellas que necesitaba para armar físicamente las frases y luego amarrarlas con una piola delgada e ir construyendo los párrafos de los artículos que colocaba ordenadamente en una galera.

La prodigiosa visión del señor Franco repasaba una y otra vez cada línea  hasta tener la seguridad de no tener ningún error y procedía a llevar aquella masa de plomo a su pequeña máquina tarjetera y con un movimiento enérgico  impregnaba de tinta las hojas hasta tener lo que pomposamente él llamaba revista y se marchaba a repartirla en la ciudad.


El señor Franco no tenía tarjeta de periodista, ni era egresado de ninguna universidad, pero había persistido tercamente, con su forma artesanal de hacer periodismo, por más de 25 años escribiendo e imprimiendo pequeñas publicaciones en la región, para mantenerla informada de las trivialidades de la cotidianidad. Hoy, más de 15 mil hombres y mujeres están inscritos en los cerca de 80 programas de comunicación social y periodismo reconocidos oficialmente  e intentan con nuevos métodos y recursos seguir su ejemplo.


El señor Franco jamás imaginó los prodigiosos inventos que se desarrollarían en el futuro para hacer la noble tarea que él se proponía, pero la llegada de la red liberó las vocaciones de millares de personas en el mundo y los blogueros inundaron los espacios y se convirtieron en dueños de su propio medio de expresión.


Ya se siente el impacto en los grandes rotativos y cadenas radiales, ya se escuchan los lamentos de quienes naufragan en esa especie de tsunami y ven cerrarse los medios convencionales para transmitir las noticias.


El señor Franco no leyó a Marshal Mcluhan, por eso no previó la posibilidad de que existieran mecanismos que en fracción de segundos pudieran diseminar por el mundo todo tipo de información y lo hicieran desde los más remotos lugares del universo, cumpliendo así la metáfora de la “aldea global”.


Él solo tenía en su imaginario la figura del “Journalista” de camisa de manga larga, bigote poblado, tirantas y  un “pucho” en la boca, imagen estereotipada que nos había vendido el cine norteamericano.


Los periodistas como el señor Franco han desaparecido, las pequeñas tarjeteras son piezas de museo, las formas de periodismo se han transformado, pero la seducción por esta profesión continúa en aumento, pese a los riesgos generados por los dueños del poder y por la intolerancia.


Feliz día para los guerreros de la palabra y de la imagen.


(*) Profesor Asociado UT

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN (*)

Comentarios