Una academia regional de la lengua

Existe en el imaginario popular el concepto de que las academias de la lengua son instituciones rígidas y anacrónicas, integradas por acartonados estudiosos,

enconchados en las oscuras paredes de  bibliotecas, cuyo papel fundamental es el de convertirse en una especie de censores del uso inadecuado del lenguaje, mediante una normatividad desueta que va en contravía del uso vivo y dinámico del mismo.

Sin embargo esta imagen no es tan exacta, pese a todos los rituales y requisitos que existen para acceder a ellas.

Esta misión de ser una especie de “policías del idioma” ha cedido un poco en los últimos años y estas academias se han abierto al contacto directo con las comunidades hablantes, han convertido la lingüística y la semiótica, entre otras disciplinas, en sus aliadas para responder con el monumental compromiso de investigar e incorporar al uso oficial  una lengua que, en palabras de un académico: “El pueblo la produce, el pueblo la crea, el creador la aprovecha y la Academia la acepta”.

Los actuales estatutos de la Real Academia, por ejemplo, plantean que su misión principal es la de “velar porque los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico».

Menudo trabajo este cuando la globalización  ha puesto en contacto, no solo a las personas, sino a sus formas de expresarse y de apropiarse del mundo, fin último del lenguaje.

La complejidad de mantener actualizada una lengua resulta a veces utópica, cuando los desarrollos vertiginosos de las comunicaciones y las dinámicas de las sociedades permean y empobrecen el uso de estructuras y de contenidos idiomáticos, de tal manera  que se torna difícil muchas veces, la comprensión entre hablantes del mismo idioma.

La juventud actual, por ejemplo, viene moldeando formas sintéticas para comunicarse en las redes sociales, que para ciertos sectores resultan ininteligibles, pero que cada vez ganan más espacios.


En medio de este complejo panorama, un  grupo de escritores e intelectuales de la región, liderados por José Antonio Vergel, están empeñados en la creación de una Academia Tolimense de la  Lengua, y para ello han convocado una asamblea de fundación mañana, en las horas de la tarde en la Biblioteca Darío Echandía.

Se pretende ser una filial de la Academia Colombiana de la Lengua para contribuir a la preservación y cuidado del idioma, mediante la investigación y la promoción en este campo, al igual que el estudio de las lenguas nativas y de paso la promoción de la literatura del Tolima.

Esperamos que esta idea cristalice y podamos contar con otro espacio intelectual en la región.

 Profesor Asociado UT

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN

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