La enfermedad por el poder

El ser humano, de quien Montaigne dijera que “es cosa vana, variable y ondeante…”, nos sorprende cada vez más cuando nos detenemos a analizar sus comportamientos, sobre todo cuando estos tienen que ver con el poder.

El ser humano, de quien Montaigne dijera que “es cosa vana, variable y ondeante…”, nos sorprende cada vez más cuando nos detenemos a analizar sus comportamientos, sobre todo cuando estos tienen que ver con el poder. En Colombia, en estos últimos días se han dado varios casos de enfermedad de políticos que ascendieron al poder por elección popular y la respuesta ha sido la misma, con una excepción, la del Presidente. Cuando el elegido cae en las garras de una enfermedad, cualquiera que sea, enseguida saltan como hienas sus contradictores y hasta sus “amigos” a exigir que se demuestren las capacidades físicas y mentales del afectado para seguir gobernando, con el argumento de que se trata de defender el derecho del pueblo a conocer la verdad sobre la salud de sus dirigentes.

Un caso reciente es el del vicepresidente Angelino Garzón, a quien se le diagnosticó una enfermedad cerebrovascular, con una isquemia leve, este es quizá el que más polémica ha causado en la opinión pública por las implicaciones que su cargo tiene. La actitud desesperada del Presidente del Senado por demostrar la discapacidad mental que supuestamente tiene el Vice raya a veces con la más inhumana persecución a un enfermo en proceso de recuperación. Está clara la descarada intención de prescindir de quien, en un acto de entrega de sus banderas gremiales, se dejó tentar por el poder y aceptó su inclusión como fórmula populista de la oficialidad. Ahora quienes lo elevaron a tan alta dignidad ya no lo necesitan y quieren sacarlo, como dijo un congresista, “a sombrerazos del poder”.

El caso de Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, quien sufrió de un hematoma subdural, tiene sus elementos comunes con el caso del Vice, pero esta vez la presión es menos directa y perversa, aunque también tiene por objeto sembrar la duda y deslegitimar sus actos. 

Otros casos como el del alcalde de Cartagena, Campo Elías Teherán, con cáncer de pulmón, también tienen su componente político y de actitudes de deshumanización ante el rival, sin tener el menor respeto por el dolor físico y el desequilibrio emocional que causa una enfermedad.

Tratamiento distinto ha sufrido el cáncer de próstata del presidente Santos, precisamente porque su poder es sólido y tiene los mecanismos para hacer de la enfermedad y de su recuperación un show mediático que va encaminado a fortalecer su popularidad.

Parece que el diagnóstico de muchos políticos colombianos es una enfermedad peor que las dolencias físicas y mentales, porque esta ataca su sistema de valores del ser y produce ilimitadas ansias de poder, situación que los lleva a olvidar, o por lo menos a negociar, su propia condición humana.


Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN Profesor Asociado UT

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