Entre el “amour” y la muerte

El 16 de noviembre de 1980, el filosofo francés Luis Althusser, daba muerte a su inseparable compañera Hèlene, con quien había vivido por más de treinta años.

Este estructuralista  galo fue declarado no culpable por haber actuado, según los jueces, en medio de una crisis de “melancolía aguda” y  se le recluyó  en un sanatorio. Años después se publica su libro “El porvenir es largo” en el que  trata de explicar los pormenores de ese hecho trágico y reivindica la lucidez que tenía en el momento de estrangular a ese ser al que amaba entrañablemente y al que deseaba evitarle mayores sufrimientos.

Ahora el director alemán Michael Haneke nos entrega esa hermosa película “Amour”, protagonizada por Enmanuelle Rivas y Jean Louis Trintignal, que ha sido ganadora de varios premios entre otros: “Palma de oro” de Cannes 2012 y la mejor película extranjera en los premios Oscar 2013, cuyo asunto guarda mucha similitud con la experiencia vivencial de Althusser.

Tanto el filósofo francés como el viejo músico de la película actúan movidos por un sentimiento de solidaridad y máxima comprensión de la condición humana. Su acción de asesinar al ser que más querían, nada tiene que ver con la violencia y sadismo de los verdaderos asesinos. Ellos simplemente intentan sustraer a  sus compañeras de las redes del sufrimiento y deterioro físico que las aqueja y del cual solo pueden liberarlas con la cesación de la vida.

La película no solo conmueve por el drama que cuenta, sino también por esa atmósfera que logra crear con la participación de muy pocos actores, unas dos locaciones y una interacción de los personajes enmarcados en la sobriedad  de ese apartamento parisino. La cámara transita focalizando pequeños detalles, gestos precisos y minuciosos, movimientos lentos que se van acumulando para hacernos experimentar la angustia y el desespero por esa vida y por ese cuerpo que se van deteriorando ante nuestros ojos y ante nuestras propias reflexiones sobre  el sentido de la existencia en estas condiciones.

Los cuidadosos masajes sobre el cuello de Hèlene que Althusser le prodiga para aliviar los dolores de su compañera desembocan en un acto epifánico y lumínico, en el que los dedos se cierran sobre la garganta, el cuerpo convulsiona y se acaba el dolor físico. De igual manera, el impulso desesperado del viejo pianista de ahogar a su “amor”, es la escena reiterativa  que nos enseña  que  el arte es tan cercano a la realidad y esta es tan parecida a la ficción.

En estos tiempos de banalización de sentimientos, esta película nos recuerda que el verdadero amor va más allá del hedonismo y que matar puede ser la única salida para perpetuarlo.

 Profesor Titular UT lcelemin@ut.edu.co

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN

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