El pasado lunes, en la inauguración de los Juegos Regionales Intercolegiados Superate, el señor Alcalde de la ciudad habló del ambiente deportivo que comienza a respirarse en la ciudad, con motivo de la preparación de las justas nacionales del 2015 y recordé entonces con nostalgia esa época previa a la realización de los IX Juegos, en que la ciudad de la música se convirtió en el epicentro del deporte colombiano.
Pese a los reiterados aplazamientos, los IX Juegos fueron el ingreso del poblado de Ibagué la categoría de una ciudad mediana, con trazos de modernidad que posibilitó la aparición de deportes exóticos en nuestro medio. Con cierto aire socarrón asistimos a los primeros juegos de beisbol y en las calles de los barrios populares de la ciudad aparecieron las manillas improvisadas, los gritos de home round, strike, base por bola y muchos otros neologismos que se quedaron en el lenguaje popular.
Deportes como la lucha olímpica se asentaron en estos lares y asistimos a esos combates en que la fuerza física, acompañada de cierta picardía dejaba a los competidores de espaldas sobre la lona. También las sofisticadas escafandras de la esgrima y los sables imitación medieval comenzaron a apoderarse de espacios como el antiguo Club de Empleados del Departamento en la calle dieciocho con séptima.
Las calles se volvieron pistas de motociclismo para que comenzará a formarse la pericia de nuestros pilotos y comenzaran a figurar en el ranking nacional, al igual que los gimnastas que, bajo la dirección de Senén Agudelo iniciaron la cosecha de triunfos en campeonatos nacionales.
Se respiraba en toda la ciudad un aire dulzón con resquicios de sudor y de esperanza. El centenario se llenó de atletas y todas las tardes Pedro Grajales hacía malabares para dirigir esa multitud de aspirantes a la gloria y finalmente, cuando hicieron entrega de la pista del estadio, pudo organizarlos y comenzó a labrar destinos y a burilar estrellas.
Los escenarios con paquidérmica gestión fueron apareciendo en el paisaje de la ciudad. El parque deportivo se fue convirtiendo en un espacio obligado para la recreación. La minivilla olímpica tomó forma y el trampolín de la pileta de la cuarenta y dos se erigió como símbolo de esta nueva ciudad. Se construyeron tímidas avenidas, las calles fueron pavimentadas y se percibió que un aire de progreso y civismo estaba derrotando el sentimiento abúlico que nos ha caracterizado.
Interesante que se renueve ese espíritu que nos acompañó por meses y que ha llevado a algunos “chovinistas” a decir que los IX Juegos han sido los mejores realizados en Colombia. Con que podamos realizar los XX Juegos con decoro y en las fechas previstas, nos basta.
El pasado lunes, en la inauguración de los Juegos Regionales Intercolegiados Superate, el señor Alcalde de la ciudad habló del ambiente deportivo que comienza a respirarse en la ciudad.
Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT
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