La primavera de los inocentes, de Camilo Pérez Salamanca

Con la terquedad del tolimense que todavía cree en la palabra empeñada, Camilo Pérez Salamanca, historiógrafo, narrador, poeta y periodista, nos entrega en el día de hoy el cuarto libro del llamado Quinteto de Ibagué, que ha titulado “La primavera de los inocentes”.

Con la terquedad del tolimense que todavía cree en la palabra empeñada, Camilo Pérez Salamanca, historiógrafo, narrador, poeta y periodista, nos entrega en el día de hoy el cuarto libro del llamado Quinteto de Ibagué, que ha titulado “La primavera de los inocentes” y que continúa contando la saga de hombres y mujeres humildes que entretejieron con sus acciones, la historia de la ciudad de la música, esta vez en las dos décadas que van del sesenta al ochenta del siglo pasado.

La hibridez de género literario, junto con su propuesta del punto de vista desde donde se cuentan las historias, han hecho de estos cuatro tomos un deleite para la nostalgia de quienes hemos nacido y crecido en estas calles y veredas, asistiendo como espectadores a la cotidianidad ingenua, pero azarosa, de seres elementales que han sorprendido a sus coterráneos con actitudes y formas de vida sui generis. Pero estos libros también hacen parte de lo que los inmigrantes deben saber del lugar donde habitan.

Asumir el punto de vista de los marginados es, además, de una posición política, un esfuerzo grande para lograr involucrar a toda la sociedad.

Ya lo decía Héctor Aguilar Camín, refiriéndose a ese libro paradigmático “Pueblo en vilo” del mexicano Luis González: “sus páginas dicen más del proceso histórico de la vida mexicana que mil obras dedicadas a hilar las calamidades palaciegas de las élites”.

Efectivamente el Ibagué que emerge con sus espacios, edificaciones, dirigentes e instituciones, pasa por el tamiz de esas visiones populares y esa tradición oral que muestra la chispa irónica de quienes ven los acontecimientos con la óptica del sufrimiento, la lucha, pero también del humor.

Casi todos los personajes, a quien Camilo le dedica unas páginas, hicieron parte de nuestros referentes infantiles y juveniles. Crecimos con la imagen sonriente de Guillermo Llanos trotando por el Cañón del Combeima, con su traje deportivo lleno de bolas de plomo, para lograr el peso ideal de su categoría; escuchamos los consejos que Don Justo daba a las amas de casa que subían a su destartalado autobús; vimos con asombro y por supuesto, con mucha compasión, las hazañas de Monguí; como también oímos las retahílas gangosas de Badana, los gritos furiosos de “Boca de ángel” y observamos los “striptease” de La Guacharaca, mientras madreaba a los pastranistas de la época.

Camilo Pérez Salamanca llegó de China Alta para recrearles a los ibaguereños raizales y a los inmigrantes, la historia de esos seres que deambularon por las calles construyendo memoria y de paso fue dibujando el perfil de lo que es hoy este pueblo que se volvió ciudad, sin la picardía de los “inocentes”.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN Profesor Titular UT

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