Al rescate del español

El escritor norteamericano Norman Mailer afirmó que: “Cuando un lenguaje se deteriora, se vuelve menos elocuente, menos metafórico, menos notable, empieza a filtrarse una curiosa insensibilización del espíritu humano”, y esto es lo que está ocurriendo con el Español.

El escritor norteamericano Norman Mailer  afirmó que:  “Cuando un lenguaje se deteriora, se vuelve menos elocuente, menos metafórico, menos notable, empieza a filtrarse una curiosa insensibilización del espíritu humano”, y esto es lo que está ocurriendo con el Español, gracias  a diferentes actores que se van encargando de envilecer este medio de expresión, ya sea a través del habla o de aquello que se parece un poco a lo que conocimos como la escritura. 

La tecnología con su afán desaforado de lograr artefactos capaces de comunicarse en fracción de segundos, está generando un nuevo tipo de escritura donde se reducen a su mínima expresión las palabras y se escriben básicamente las consonantes para que el lector realice el ejercicio de completar las palabras. 

Esta pereza escritural, que algunos saludan como parte de ese eufemismo que denominan postmodernidad, está logrando que desaparezca la belleza expresiva del Español, que se convierta en una jerigonza empobrecida y desprovista de la sonoridad, del brillo y la cadencia de las frases, para terminar siendo un listado de grafías inexpresivas.

No se trata de asumir una actitud purista como lo hacen algunos colegas, sino de aprovechar esta “degradación” para iniciar  reflexiones profundas sobre las causas que llevan a los hablantes a postrar su propio idioma en aras de cierto toque universalista, producto de los neologismos y  barbarismos  que se aceptan sin mirar las implicaciones ideológicas, psicológicas y culturales, que causan impacto en la identidad personal y social.

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” planteaba Ludwig Wittgenstein para significar la importancia que tiene la apropiación del contexto a partir del acerbo lexical del individuo. Pero si se acude a palabras provenientes de otros lenguajes, el efecto que se logra no es de expandir el mundo, sino de suplantarlo, reducirlo, minimizarlo.

Tal vez sean los medios de comunicación y el eco que hacen de los avances tecnológicos, quienes más contribuyen a esa “insensibilización del ser humano” y a la homogenización de una lengua estándar que sacrifica los matices en aras de un “esnobismo”.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN Profesor Titular UT

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