Romería consumista

.

Creo que el primer supermercado de relativas dimensiones que se instaló en Ibagué fue el Ley, el mismo que cambió la imagen de aquellos sórdidos depósitos de víveres ubicados en las carreras Primera y Segunda y entre las calles 12 y 15.

Para la muchachada de los barrios ir al Ley se volvió una necesidad permanente y salir de sus instalaciones con los bolsillos llenos de pilas, hojas de afeitar, jabones o cualquier otro producto, burlando la seguridad, se fue convirtiendo en una hazaña que perfiló en algunos casos a los futuros raponeros de la ciudad.

Después vino el Tia que causó polémica por su estructura parecida a una enorme enramada, en donde los productos populares se aglomeraban y en medio de todos ellos, de vez en cuando, aparecían las promociones de libros de la editorial Bruguera, que hicieron crecer la biblioteca de los cuantos aficionados a la lectura.

Ese pueblo grande que era Ibagué en las décadas de los sesenta, se fue llenando de nuevos espacios que reclamaban el nombre de “Ciudad intermedia” y aparecieron los centros comerciales que, inicialmente se atestaron de curiosos, pero que con el tiempo, algunos de ellos se fueron llenando de locales desocupados.

Sin embargo, la lucha por cambiar la mentalidad de los pobladores continuó con el supermercado Óptimo, convertido después en el Éxito, y con Carulla, Ibagué entró definitivamente en la onda de las grandes superficies.

Vinieron más hipermercados, que consolidaron el espíritu consumista de una ciudad con altos índices de desempleo, cuyas gentes se preguntan si habrá dinero suficiente para mantener esa fiebre contemporánea; en palabras de Bauman “querer, desear y anhelar”, la cual lleva a los individuos (practicantes del consumismo) a convertir la sociedad en consumista.

En estos días la apertura de un nuevo centro comercial despertó, como es lógico en este tipo de sociedades, la romería de miles de personas, especialmente de la clase media, habida de encontrar, por ejemplo, la camisa, cuya marca simbolizada en un cocodrilo, logrará distinguirlo de los vecinos, sin importar que el costo disminuya su presupuesto de fin de año y hasta le queden cuotas de su tarjeta de crédito para ser canceladas el año entrante.

Se habla del progreso de la ciudad, sin aclarar que se trata del Ibagué consumista y voyerista, porque gran parte de las hordas de visitantes se limitan a mirar artículos inasequibles, a estrenar las escaleras automáticas y a comprar una promoción bien barata, no importa que el artículo les resulte inútil.

Los visitantes expresan su orgullo de contar con un lugar donde ir de paseo en las noches o en los festivos, sin interesarle que la frustración por las carencias económicas ronde sus conciencias.

celemin@ut.edu.co

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

Comentarios