El hastío político

Estoy hastiado del desarrollo de la campaña política, por eso quiero hablar de otros temas más agradables y menos conflictivos. Por ejemplo, celebrar el triunfo del Atlético de Madrid sobre los campeones tradicionales: El Real y el Barza; analizar la lista de los convocados de Pékerman y las ausencias que duelen en la selección; profundizar sobre la llegada de Gamero al Tolima, las expectativas que se abren o el papel de los colombianos en el Giro de Italia; pero algo me dice que debo dejar explícita mi opinión sobre el momento actual de la historia del país.

Duele como educador o simple ciudadano que la politiquería haya decaído hasta los límites aberrantes de la calumnia, la conspiración, la apología a la trampa y el recurso de la difamación como método para conquistar adeptos, en una confrontación donde los odios y las mezquindades suplantaron los argumentos y las ideas.

Duele que se polaricen los enfrentamientos y se transite por el sinuoso camino del delito y la incitación a la destrucción del otro a como dé lugar.

Vuelvo y pienso que es mejor hablar de otras situaciones más interesantes que la encrucijada en que se encuentra un país camino a la civilización.

Qué tal hablar del fenómeno de El Niño que se aproxima y que debiéramos estar preparándonos para evitar un impacto desbastador. Sería interesante reflexionar sobre la condición de la mujer convertida en esclava moderna por parte de organizaciones como el Boko Haram de Nigeria; podríamos interesarnos más en la situación fiscal del gobierno de los Estados Unidos o sobre el avance de las conversaciones de La Habana.

Sin embargo, la presión de los medios de comunicación impide otro razonamiento. A manera de una telenovela construida sobre la base de una tensión permanente, el caso de espionaje se nos ha venido presentando por capítulos y hemos sucumbido a la propuesta de la intriga, como si no estuviera en juego algo tan serio como la estabilidad del país.

Disculpen que me deje llevar por la tentación de hablar sobre las bajezas de un candidato apalancado por una figura mesiánica, que se considera amo y señor de un país que él, en sus delirios por alcanzar el poder, confunde con una hacienda de su propiedad. Intentaré no dejarme provocar y seguir mi búsqueda de temas menos densos y menos conflictivos.

Hablar de farándula puede ser una buena estrategia. Tal vez hacer un balance de lo que significó la Feria Internacional del libro de Bogotá sea una alternativa breve, pero me vuelve a picar el impulso por hablar de esas asquerosas prácticas que han convertido a nuestra relativa democracia en una cloaca con los detritos de una clase política que toca fondo.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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