Carta abierta a un “Homuspolítico” ofuscado

Apreciado primo, compadre y amigo:

Ante todo quiero presentarle disculpas por la impertinencia que cometí al tratar de sugerirle el pasado domingo que reflexionara sobre el difícil momento en que se encontraba la democracia colombiana, precisamente cuando toda su sensibilidad de “homus politicus” contemporáneo se encontraba en el límite y cualquier comentario adverso a su forma de pensar constituía una intromisión indebida y abusiva, máxime, como usted mismo lo señala, cuando nunca le había manifestado abiertamente mis inclinaciones políticas hacia determinado candidato.

Su respuesta airada a mi ingenuo mensaje me preocupó y mucho más esa última frase en que me anunciaba que nos escribiríamos por la noche, cuando la Registraduría diera los resultados definitivos. Noté en ella un aire triunfalista y desafiante, pero hasta el momento en que escribo la presente misiva han trascurrido más de 72 horas y no he recibido ni un correo, ni una llamada, ni siquiera una frase con el jajajaja final con que sueles despedirse cuando la ironía y el sarcasmo acompañan los escritos.

Lamento haber llegado hasta este punto de nuestras relaciones familiares y sociales, por un hecho que, si bien resulta de capital importancia por nuestra condición de “homus cívico”, no es posible asumirla como una confrontación donde estén en juego esos claros sentimientos y principios que nos hacen seres racionales, capaces de discrepar, controvertir y confrontar ideas, sin que en ningún momento esté en peligro la amistad.

Pero claro, resulta difícil, en una sociedad fracturada como la nuestra, pedir que se actúe de esta manera cuando el dogmatismo y el odio de los líderes están impulsando comportamientos contrarios.

Deberíamos leer los resultados electorales del domingo con una mirada menos apasionada y más crítica, porque optar por la posibilidad de un resquicio de esperanza es una quimera válida, pero difícil de materializar. Si bien es cierto los diálogos de La Habana no son la panacea, ni con ellos se van a solucionar los complejos problemas de nuestro país, si son una llama cuyo crecimiento depende de nosotros mismos. Un guerrillero que se acoja a la desmovilización es un fusil menos al servicio de la barbarie.

No me considero ganador, porque el verdadero triunfo se ha de lograr cuando, no un presidente, sino todo un pueblo camine enérgicamente hacia el objetivo de la paz y se allane el camino para que cicatricen las heridas, no con dádivas, sino con profundas reformas donde todos estemos incluidos.

P.D. Primo, compadre y amigo, seguiré pendiente de un correo, un mensaje de texto o una llamada para que nos encontremos, juguemos un chico de billar, nos tomemos un tinto y podamos hablar sin rencores del futuro de esta patria que los dos tanto amamos.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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