Duelos nacional brasileño y catarsis colombiana

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¡Increíble, cinco a cero, nooo!, me escribió al “whatsapp” Alma del Rosario, cuando apenas había transcurrido treinta minutos del primer tiempo y Alemania, como un depredador salvaje hincaba sus golpes certeros sobre el arco del estupefacto Julio César que no entendía de donde llegaban los balones con esa fuerza y ubicación precisa.

Las ilusiones de la “verde amarela” se venían a pique sin que sus once integrantes pudieran entender que no era una pesadilla, sino la dura realidad de una tarde de martes en que la semifinal se tiñó de luto para un pueblo que ha incorporado este deporte como elemento esencial de su identidad.

Ni Fred, ni Fernandhino, ni Oscar recordaron al ángel de las piernas torcidas, tal vez porque no han leído las descripciones magistrales del poeta Vinicios de Moraes, cuando escribió “A un pase de Didí, Garrincha avanza/el cuero junto al pie y el ojo atento, /dribla a uno y a dos, luego descansa/ como quien mide el riesgo del momento”.

Se desplomó la ilusión de un campeonato más, esta vez en su propia sede, duro golpe para el pueblo brasileño que había detenido las protestas sociales contra las enormes inversiones del gobierno en estadios, solamente porque su equipo tenía la posibilidad de resarcirlos en parte, obteniendo la sexta estrella, pero al dolor de las injusticias gubernamentales, debieron sumarle la rabia de ver humillado al equipo del alma, por el exagerado marcador de siete a uno, cuando ni siquiera el más débil de los participantes ha recibido semejante marcador en el actual campeonato.

El pueblo brasileño ha sido triunfalista, por eso el golpe que le causaron los alemanes tiene connotaciones de tragedia. En la noche de este martes fatídico, como teas, los noticieros exhibieron autobuses que ardían en las calles de Sao Pablo de Janeiro, mientras en las playas de Copacabana se silenciaron los equipos de sonido y las chicas de Ipanema sollozaban por amor al fútbol y los versos del poeta Walter Saavedra, gritaban: “Como, pero como vas a saber lo que es llorar/ si, llorar/ si jamás perdiste en una final”.

Para los colombianos, seguidores del “jogo bonito” del Brasil del pasado, este siempre era nuestro segundo equipo después de la selección nacional, pero lo ocurrido el pasado viernes y la sensación de intervención arbitral en el resultado que nos eliminó, cambiaron las cosas.

Gloria Amparo se volvió alemana por un día y cada que anotaba el equipo teutón, despiadadamente pedía otro y otro y gritaba alborozada “Esto es para compensar el llanto del viernes”.

La lógica del fútbol es que no tiene lógica, pero no debemos olvidar que es un juego y mientras tanto, la vida sigue.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN

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