“El melodrama semanal”

.

Señores y señoras bienvenidos a una serie distinta a la vida, pasión y muerte de los capos del narcotráfico. Por primera vez usted asistirá al estreno de una serie, donde, uno de los protagonistas ocupa un alto cargo en la justicia y se enfrenta a la fuerza policial para liberar a su hijo de la vergüenza pública de haber agotado la mesada semanal y no tener con que llevar a su amiga a un lugar decente y además haya tenido que sacar una camioneta oficial asignada a su padre para poder darle un vueltica.

He aquí la sinopsis de la telenovela que nos ha correspondido presenciar estos días: el filme muestra las peripecias del excelentísimo presidente de la Corte Suprema y presenta en vivo y diferido lo que aconteció el pasado 22 de octubre, cuando él reaccionó en forma violenta contra los captores de su hijo y airadamente exigió la libertad inmediata, argumentando que fue atropellado.

También pidió sanciones contra los policías que participaron en este operativo, mientras los oficiales dan una y otra vez sus explicaciones en las que enfatizan que ellos actuaron de acuerdo con los protocolos y que sus subalternos no recibirán sanción alguna.

Este melodrama se matiza con las duras afirmaciones de veedores públicos, senadores de oposición y enemigos personales de los implicados, quienes claman por una sanción ejemplar, pero alguien les recuerda que los altos magistrados no tienen quien los juzgue y entonces crece, crece la impunidad, la rabia, la impotencia, la incredulidad.

Aparece en el escenario una senadora, quien recomienda, para futuras experiencias, la creación de un “Tribunal de Aforados para que sean por fin procesados y juzgados disciplinaria y penalmente los magistrados de las Altas Cortes”, algo así como una nueva versión de las “Comisiones de acusaciones”. Se agota el tiempo y alguien grita “Comerciales” y la pantalla comienza a difuminarse.

La pantomima se reinicia. Esta vez adquiere un tinte dramático. Los posibles delitos oscilan entre peculado y el tráfico de influencias. Las especulaciones sobre el monto de la pena que se aplicará van desapareciendo, aunque siguen las voces de protesta exigiendo la renuncia del magistrado, quien se defiende diciendo que su actitud en la comisaría fue una “reacción humana de un padre al ver su hijo en peligro” y el joven, cabizbajo dará explicaciones ingenuas, mientras su pareja, mucho más enérgica, gritará que su novio fue agredido por un agente.

A partir de este momento la historia entra en un sopor del que no saldrá jamás, porque ya anuncian una nueva producción.

Finalmente aparecen los créditos y un pequeño recuadro donde se informa que los hechos contados son pura ficción y que cualquier parecido con la realidad es pura verdad.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

Comentarios