Alucinaciones e insomnios ad portas de los Juegos Nacionales

libardo Vargas Celemin

luispinillapinilla@hotmail.com

Un amigo, aficionado al deporte, integrante de la delegación que representó al Tolima en los IX Juegos, en 1970, me buscó, convulso y desesperado para que yo escribiera algo sobre las alucinaciones y los insomnios, que le producen vergüenza ajena, impotencia, melancolía, rabia y alucinaciones, porque estamos a un día de la inauguración de los Juegos Nacionales y Paranacionales y en la ciudad no se respira esa algarabía y ese entusiasmo de hace 45 años.

Una de las alucinaciones que me refirió le ocurrió la semana pasada al salir a la calle en su auto y sentir que los conductores de buses y busetas le pitaban suavemente, esta vez no para increparlo por su paso cansino, sino cediéndole la vía y haciéndole un gesto amable con el dedo índice. No lo podía creer, además porque encontró la misma actitud entre algunos taxistas. El día que le correspondió pico y placa hizo uso del transporte público y se sorprendió de que el conductor de la buseta lo saludara de forma afable y lo invitara a seguir y al descender en el paradero exacto, le dijera ‘le deseo un buen día’.

Mi amigo tiene un hermano transportador y lo felicitó por la efectividad de las capacitaciones que estaban haciendo a los conductores con motivo de la celebración de los Juegos, pero él extrañado le dijo que este año no les habían hablado para nada de ese evento.

Igual decepción sufrió al creer que el pasado sábado los niños y adultos que desfilaban por todas partes de la ciudad iban vestidos de Tore, mascota de los juegos, pero no, eran monstruosidades extranjeras: “Zombis más muertos que vivos”, como dijo ayer Benhur Sánchez, que nada tenían que ver con los juegos que se inician este sábado.

Recordó que en los días previos a la inauguración de los novenos Juegos, en las esquinas de los barrios, la muchachada jugaba al “ponchado”, derivación del béisbol, deporte que recién llegaba a la ciudad. Pero en su recorrido solo encontró en cada esquina una horda de consumidores de psicoactivos que lo miraron amenazantes.

Se dio un paseo por el Estadio, con la esperanza de ver los ensayos de las hermosas bastoneras, pero no las halló. Husmeó en el teatro Tolima para escuchar las bandas con una nueva composición emblemática y solo oyó un guitarrista callejero interpretando baladas pop. Finalmente quiso conocer a las figuras del atletismo local y trató de entrar al Parque Deportivo, pero la pista no había sido concluida y ellos entrenaban en otros sitios.

Con este texto creo haber cumplido a mi amigo, porque comparto su desespero y creo que usted también, amable lector, porque hemos sido inferiores a la Ibagué del 70.

lcelemin@ut.edu.co

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