El chantaje del apagón y el ritual del niño

libardo Vargas Celemin

El Gobierno nacional ha incrementado las tarifas de la energía, con un argumento falaz que ataca la sensibilidad religiosa de la mayoría de colombianos, por cuanto la tradición ha hecho que aquí sea celebrado el nacimiento del Mesías básicamente con el derroche lumínico, porque esta sociedad se dejó seducir por los destellos de millones de bombillos que, primero como ornamentos del árbol de navidad doméstico y después de pueblos y ciudades, desplazaron al pesebre como escenario central de la celebración decembrina.

La tecnología, impulsora ciega de todas las necesidades ficticias del hombre contemporáneo, se puso al servicio de la fe y el árbol de navidad se entronizó como el símbolo predominante. Se tomó todos los hogares y el afán ahora es decorarlo con ramas sintéticas, guirnaldas y serpentinas de plástico y, lógicamente, con las luces. La fe se conectó a las redes eléctricas, aumentando por consiguiente el consumo de energía.

Entre tanto, el niño, no el Mesías nacido en Belén, sino un fenómeno natural bautizado con ese eufemismo, que se creía único del Perú, pero que realmente afecta las aguas del Pacífico tropical, generando sequías, y afectando los ciclos de las lluvias y que aparece alrededor del mes de diciembre, se ha convertido en un enemigo peligroso de las poblaciones y crea verdaderas catástrofes por la muerte de animales, la carencia de agua para el consumo humano, el riego y la generación de electricidad.

El Gobierno, cuya responsabilidad consiste en prevenir el impacto de los fenómenos naturales y diseñar políticas para mitigar sus secuelas; desde 2006 nos viene cobrando una especie de impuesto para hacerle frente a este fenómeno. La famosa contribución que pagamos, denominada sarcásticamente “Cargo de confiabilidad” que pretendía apoyar al Estado para superar las crisis del futuro por falta de agua y evitar los apagones. Los dineros recolectados irían para las termoeléctricas y generadoras a partir de otros combustibles, pero parece que la fórmula no funcionó, aunque no sabemos qué se hicieron los 7.5 millones de dólares recaudados.

Ahora el Gobierno, creyendo que tenemos memoria frágil y hemos olvidado la carga que ello representa, nos sale con la amenaza del “apagón”, y la posibilidad de no celebrar el ritual de la Navidad con el esplendor de otros años y, por decreto nos ha aumentado la tarifa en un 1.5% para proteger las compañías privadas que no han evitado llegar a estas situaciones, pero que sí se han gastado el aporte del pueblo.

Todos los colombianos estaríamos dispuestos a contribuir si viéramos la efectividad de las medidas, pero como no creemos en imposibles, preferimos rechazar enfáticamente este nuevo atropello y algunos estamos dispuestos a pasar la Navidad a oscuras, como le tocó al Mesías.

lcelemin@ut.edu.co

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