No a la retaliación

libardo Vargas Celemin

Cuando en Colombia, los vientos de la firma del proceso de paz comienzan a incrementarse y pareciera que esa ilusión que nos ha acompañado durante años da sus primeras muestras, también aparecen muy sutilmente unos goterones que nos recuerdan el pasado y que nos piden estar alerta ante esos enemigos que, camuflados en distintos escenarios, comienzan a tejer la urdimbre de su venganza.

La historia nos muestra que los procesos de negociaciones entre las fuerzas subversivas y el Estado colombiano, han tenido como una impronta posconflicto el asesinato de los principales protagonistas de las fuerzas emergentes. La desmovilización de las guerrillas liberales en los Llanos, son tal vez el mejor ejemplo.

El homicidio sistemático de sus líderes, generalmente a manos de militares encubiertos, fue el resultado final de una experiencia traumática que malogró la vida de líderes como Eliseo Velásquez acribillado al regresar al país por la frontera con Venezuela; Guadalupe Salcedo, muerto en emboscada en un barrio del sur de Bogotá por fuerzas policiales en 1957 y Dumar Aljure Moncaleano, muerto en combate en Granada Meta en 1968, luego del incumplimiento del Estado a los desmovilizados.

No es fácil conciliar tantos intereses en juego, como tampoco desarmar los espíritus guerreristas que surgen por doquier. La paz es un ejercicio demasiado complicado que debe construirse sobre la necesidad histórica de alcanzar la convivencia y para ello debemos estar vigilantes ante cualquier intento de saboteo, como por ejemplo la situación presentada a comienzos de febrero en Medellín, cuando, sin haber firmado el documento final, el indultado político por razones humanitarias, Wilson Tamayo recibió la visita de un comando de la Oficina de Envigado y la amenaza de muerte si no abandonaba la ciudad, hecho que tuvo que cumplir.

La forma como el gobierno publicitó la libertad de treinta indultados, contrasta con el bajo perfil dado a la libertad de Ramón Isaza, paramilitar acusado de más de mil muertes y quien pago una condena de ocho años. Una semana después de haber abandonado la cárcel, se dio a conocer la noticia de su libertad como una forma de darle tiempo para su protección.

Necesitamos prepararnos mental y materialmente para construir la verdadera paz y buscar por todos los medios la erradicación de prácticas tan nocivas como la retaliación.

Debemos tener bien claro que nos hubiera gustado que algunos puntos de los acordados fueran más radicales, pero todo esto es producto de una negociación a la que se llega cediendo y avanzando y no por ello podemos aceptar solamente lo que nos parece.

El posconflicto debe comenzar precisamente por erradicar la retaliación, para que esas brisas que se nos aproximan, nos permitan disfrutar del paisaje tibio de un nuevo amanecer para este país.

*lcelemin@ut.edu.co

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