¡Pilas maestros con el Burnout!

libardo Vargas Celemin

Desde 1977, en el Congreso de la Asociación Americana de Psicología se viene hablando del “síndrome de burnout” como un estado o proceso de “agotamiento, decepción y pérdida de interés por el trabajo, desarrollado por los profesionales dedicados al servicio y a la ayuda”.

Se ha planteado que este problema afecta en mayor medida a los trabajadores de la salud y la educación y se han iniciado una serie de investigaciones, cuyos resultados han diagnosticado plenamente el fenómeno, pero no se ha avanzado mucho en las estrategias de prevención y tratamiento.

En América Latina se le denomina “Síndrome del quemado laboral” y, pese a la presentación permanente de su sintomatología, ni las EPS, ni las autoridades de la salud, la educación y tampoco las organizaciones gremiales le han puesto cuidado a esta multipatología que repercute, no solo en la calidad de los servicios, sino fundamentalmente en la calidad de vida de quienes la padecen.

Los principales síntomas de esta patología tienen que ver con la irritabilidad, los dolores de cabeza, musculares, ansiedad, molestias gastrointestinales, insomnio, aumento en el consumo de alimentos y el alcoholismo.

Recientemente la Revista Arcadia en su número 126, marzo – abril del 2016 plantea, a manera de editorial, la necesidad ponerle cuidado a este problema que está creciendo en forma geométrica, llamado al que me uno por cuanto el maestro es el depositario de la esperanza de formación de nuestra infancia y juventud y lo hemos abandonado a un reto descomunal, sin preocuparnos de su salud mental y sin coadyuvar en esta tarea que nos compete a todos.

El maestro, como ningún otro profesional, está expuesto a enfrentar los males de la sociedad. A él se le exige que imparta conocimientos a una niñez y juventud permeada por la violencia intrafamiliar, las carencias elementales, los malos hábitos, las adicciones, la marginalidad y la exclusión social.

Igualmente se le exige resultados en el rendimiento académico de sus alumnos en las pruebas de estado, etc., cuando estructural y funcionalmente el aparato educativo carece de dotaciones y de número suficiente de docentes para atender la demanda.

En el país se han adelantado algunos estudios puntuales que han dado como resultado la presencia de burnout moderado en gran número de docentes, quienes potencialmente corren el riesgo de desarrollar dicha enfermedad, porque no existen protocolos claros para tratamientos eficientes. Esto remite necesariamente hacia desmejora en la calidad de la educación por ausencias laborales, deterioro de las relaciones interpersonales con sus colegas, padres de familia, directivos y alumnos.

Así como a los maestros se les prepara en asuntos pedagógicos, didácticos y otras disciplinas, deben exigir que sean formados en la defensa de su propia salud, así que ¡pilas maestros con el burnout!

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