¿Somos abúlicos los ibaguereños?

libardo Vargas Celemin

La abulia es una enfermedad neurológica que se caracteriza por la falta de voluntad, iniciativa personal, disminución de la motivación. El abúlico no quiere hacer nada y se aísla de la interacción social generando estados de baja autoestima y de desarraigo.

En otras palabras, poco importa lo que suceda a su alrededor. Aunque es una patología individual, parece que en Ibagué es de transmisión generalizada, así nadie consulte, por lo que no hay estadísticas. Empíricamente se puede evidenciar esa falta de interés en la ciudad, tanto de los raizales, como de los que llegan a ella y se quedan.

Si bien es cierto la ciudad presenta alguna dinámica en la construcción de apartamentos, cuya oferta parece comenzar a saturar la capacidad de adquisición y los centros comerciales mantienen una relativa actividad con el número de sus visitantes, existen otros indicadores que la ubican en los primeros lugares de la decidía administrativa y la pasividad colectiva, tanto de los entes oficiales como de los gremios y comunidad en general.

No es posible que permanezcamos guardando un silencio cómplice ante situaciones que en otros lugares ya hubieran propiciado paros y movilizaciones cívicas para hallarle soluciones a esas problemáticas.

Aquí nos engañaron con la celebración de los peores Juegos Nacionales de toda la historia y, lo más grave, nos destruyeron los campos deportivos que, si bien presentaban algunos problemas, nos servían para la práctica del deporte recreativo. Sólo nos dejaron las vallas con las maquetas de complejos deportivos modernos. Ahora solo hay una imagen deprimente de lo que en otros tiempos fue motivo de orgullo.

Lo peor de todo es que el tiempo pasa y más se esfuman las posibilidades de recuperar instalaciones, porque los últimos dineros de los presupuestos desaparecen y nuestros deportistas tienen que migrar hacia otras regiones porque aquí no hay ni siquiera donde entrenar. Entre tanto políticos que prometieron soluciones en la campaña anterior guardan silencio y nosotros también.

Nos quitaron la subsede del campeonato mundial de futsala y, salvo algunas protestas menores, guardamos silencio abúlico, tal vez porque parodiando el poema atribuido a Brecht “nosotros no jugamos eso”.

El Panóptico sigue sin lograr su funcionamiento. Seguimos entre las tres ciudades con mayor desempleo en el país; ahora nos acaban de dar un primer lugar deshonroso, somos la primera ciudad con las tasas de trabajo infantil más altas del país. Y seguimos callados.

Estamos graves, el consumismo nos atrapó y anestesió; la abulia nos corroe, somos enfermos terminales de la apatía. Debemos generar con urgencia movilizaciones cívicas que nos despierten el sentido de pertenencia por la ciudad o estaremos condenados. Parodiando otra vez a Brecht podemos decir que si no tomamos conciencia, “cuando los ibaguereños despertemos, ya será demasiado tarde”.

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