La paz, una utopía en construcción

libardo Vargas Celemin

Quienes creen que las negociaciones entre la Farc y el gobierno solucionarán todas las contradicciones estructurales de nuestra sociedad, son ilusos bien intencionados. Quienes, por el contrario, pregonan que la firma de los puntos acordados pone en grave riesgo la institucionalidad, son también ilusos, pero con intenciones perversas.

Los acuerdos próximos a firmarse ni acaban con la propiedad privada, ni generarán miles de empleos, ni cambiarán la falta de cultura política de millones de colombianos, mucho menos la inclusión social en todas las esferas del poder.

Se preguntarán entonces los escépticos, por qué tanto alboroto, tanto despliegue, si los grandes males seguirán vigentes? La respuesta es sencilla, aunque su desarrollo sea complejo. Quienes creemos en las utopías como formas de crear caminos para lograr la convivencia social, consideramos que esta es una gran oportunidad de apostarle a una transformación concreta de nuestra sociedad.

Se trata del inicio de una nueva forma de asumir el futuro, con una mentalidad distinta a la que nos ha llevado a enfrentarnos estúpidamente por más de cincuenta años.

En primer lugar debemos “desinfectar” las negociaciones que se están adelantando y rechazar la intención política de los bandos que quieren apropiarse de las mismas. Santos ganó las elecciones con la propuesta de sacar adelante este proceso, pero fue el respaldo de millones de electores que convirtieron el proyecto en una tarea obligatoria del presidente. El otro bando no tiene ninguna autoridad moral para hablar de paz, porque cuando tuvieron el poder se dedicaron a azuzar la confrontación armada.

La paz es un mandato constitucional y una aspiración de la comunidad, por eso nadie puede abogarse el derecho a manipularla. Todos, sin excepción, debemos trabajar con humildad para lograrla. Desde el gobernante soberbio que, por puras razones políticas está expresando su negativa a colaborar con las decisiones acordadas, porque no lo tuvieron como protagonista, hasta el político deshonesto que no cumple con la tarea legislativa y sin embargo presiona el aumento salarial, pasando por el militar guerrerista que acata las órdenes e irrespeta los derechos humanos; el industrial que asiste a foros sobre el tema, mientras desde su celular ordena despidos y aumentos de precios; el banquero voraz que no se contenta con ganancias moderadas, el trabajador que incumple sus labores, el empleado que se inventa mecanismos para evadir el servicio y el resto que guarda silencio cómplice.

Creemos en la utopía, no como ilusión, sino como posibilidad de construir sin la fuerza, la imposición y la eliminación de otros.

Estamos seguros que solo habrá paz cuando la dejación de las armas no sea unilateral, sino que todos depongamos las que ocultamos, llámense egoísmo, odio, envidia, intolerancia, avaricia, venganza y todo aquello que impida la justicia social.

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