Balance gris del trabajo de los parlamentarios tolimenses

libardo Vargas Celemin

La democracia, cuyos inicios se remontan al siglo V antes de nuestra era, es una forma de gobierno para ejercer influencia sobre las determinaciones que se tomen, en el manejo de los intereses colectivos. No existe una democracia perfecta en ningún Estado, pero en teoría, con ella existe la posibilidad de hacer partícipe del sistema al mayor número de personas.

La llamada “democracia directa”, denominada también “democracia pura” resulta inviable en nuestro medio, no solo por el número de integrantes de la comunidad, sino por la cantidad de recursos que se deben emplear y por el tiempo que esto conlleva, por eso, esta ha ido derivando hacia una “democracia representativa”, en la cual el elector primario delega en otro, generalmente un político profesional, el derecho de participar en la elaboración de leyes que van a afectar a toda la sociedad.

En nuestro medio quienes son elegidos por el pueblo, se olvidan muy pronto de las necesidades de sus electores y ante estas, anteponen sus propios intereses y los de las clases en el poder, de los cuales se vuelven incondicionales, sin importar su compromiso retórico y falaz hecho durante las campañas políticas.

Resulta deprimente el balance que presentan nuestros parlamentarios y que “El Nuevo Día” resume en su edición dominical. La falta de liderazgo de la bancada tolimense es evidente. La gran realización que muestran es el hecho de haber presentado proyectos, la mayoría de los cuales fueron archivados por distintos motivos, sin que ellos demuestren la gestión realizada para sacarlos adelante.

Otra prueba es el número de proyectos en los cuales fueron coautores y que también contaron con igual suerte. A esto último hay que agregarle que algunas de estas propuestas son producto de la “redacción colectiva” de integrantes de un partido.

Al analizar el significado de lo aprobado, con contadas excepciones, se encuentra uno con que la mayoría de estas iniciativas, son importantes, pero no trascendentales, es decir, no tienen la dimensión y jerarquía de constituirse en la brújula que guíe el desarrollo y progreso de la nación y el departamento.

Los temas que debieran estar en la agenda de todo parlamentario tolimense tienen que ver con la minería a cielo abierto; el cierre del Federico Lleras, la crisis de la Universidad del Tolima y la generación de empleo, entre otros. Sin embargo pareciera que para nuestros representantes y senadores, esta problemática no existiera.

De nada sirve una democracia representativa, si no hay control político para los elegidos, por eso se hace necesario adelantar acciones concretas para exigirles su responsabilidad.

Por ejemplo, ante una gestión grisácea como la de nuestros parlamentarios, es necesario blanquearlos en las próximas elecciones negándoles el voto como una sanción moral.

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