El plebiscito, más allá de la simple publicidad

libardo Vargas Celemin

Con la aprobación que acaba de dar la Corte Constitucional al plebiscito que busca la aprobación del pueblo colombiano de los acuerdos finales de las negociaciones con la Farc, se da vía libre a lo que se han denominado “las campañas” por lograr el triunfo del ‘Sí’ o del ‘No’, triunfo que debe contar con el 13% de los inscritos el censo electoral, cerca de 4.5 millones de votos.

Fuera de los obstáculos propios de una consulta popular con una sociedad polarizada, sin cultura política, con una población urbana mayoritaria que no ha sufrido directamente el conflicto, preocupa la orientación que se pretende dar al proceso de ilustración sobre lo que será aprobada en La Habana y a la banalización de los mensajes que buscan captar la aprobación o negación de los mismos. En otras palabras, que las “campañas” sean mera publicidad y no posibilidad de reflexión y ejercicio de preparación para el gran reto que tenemos de comenzar a construir convivencia.

El objetivo no es la venta de un producto de consumo como lo hace la publicidad, cuya meta apunta a lograr la seducción hedonista, individualista y fugaz, según lo plantea el pensador francés Gilles Lipovestsky, sino que debe centrarse en la discusión de las ideas, en el respeto por las mismas y en la búsqueda de alternativas para materializar los sueños y utopías de quienes aspiramos un futuro distinto.

Nunca como antes se debe pedir a los votantes que desaparezcan de sus discursos y actitudes el agravio, el insulto y demás prácticas que afloran en situaciones como estas. El ‘Sí’ o el ‘No’ no se compran, no se venden, no se cambian por ninguna dádiva, hacen parte de ese capital intangible que tenemos los humanos, esa autonomía y libertad que debemos defender.

Lo que está en juego en el plebiscito no es un producto para adelgazar o recuperar la piel lozana del pasado. No es la loción que fascina, ni el celular que hasta habla, por eso los creativos que van a diseñar los mensajes deben entender que este es un reto distinto, el impacto que se espera es que más colombianos pensemos con optimismo en dejar atrás la estulticia en que hemos vivido, la desesperanza a la que nos han sometido y pensar en los caminos que debemos transitar para hacer que lo acordado se cumpla y se respete, y se avance en tanta conquista social que nos falta.

La paz no es una modelo sensual, ni el plebiscito un empaque multicolor que nos cautiva los sentidos; insistimos, es una posibilidad de comenzar un ejercicio diferente de convivencia, por eso, más que dejarnos seducir por un aviso publicitario, debemos asumir una actitud de vida.

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