La frágil veracidad de las encuestas electorales

libardo Vargas Celemin

Las verdaderas encuestas electorales, aquellas que son hechas con todas las técnicas y rigor científico, son un insumo importante para la toma de decisiones de los líderes políticos transparentes y de quienes deseen apoyarlos económicamente. Los primeros reciben una especie de retroalimentación con los resultados y, a veces, pueden enderezar su camino hacia un cargo de elección, mientras para los segundos, la lectura de los resultados puede despejarles algunas dudas o reafirmar certezas.

Las primeras encuestas electorales se hicieron en 1824 para un periódico en Pennsylvania, aunque los efectos no fueron muy precisos, se inició esta actividad que se fue mejorando y una década después George Gallup, empleando técnicas de investigación fundó la primera empresa dedicada a escudriñar la intención de los votantes. En la actualidad las empresas debidamente inscritas ante las autoridades electorales, hacen uso de los recursos que la estadística y sus ciencias y disciplinas auxiliares le aportan y sus resultados son cada vez más cercanos a la realidad.

Sin embargo, han sido varios los fracasos de algunas firmas, tal vez porque se han presentado casos fortuitos pocos días antes de las elecciones que han cambiado la popularidad de los candidatos o han cohonestado con el uso fraudulento de los resultados para hacer visible a unos y hundir a otros, en un juego perverso que hace parte de la dinámica de nuestros politiqueros inescrupulosos que han convertido la democracia, en festín para su enriquecimiento.

Desafortunadamente en Colombia existen unas prácticas electorales que tergiversan el sentido de las elecciones. Políticos que contratan con empresas desconocidas que dan los resultados que ellos quieren que aparezcan en los medios. Estos mercaderes de la política dictan las preguntas que se tienen que hacer y encaminan a los encuestadores hacia determinados sitios que controlan y este ejercicio de la estadística se convierte en una burla para la opinión pública.

Recientemente se dio el resultado de un proyecto patrocinado por la emisora “La W”, en la cual una empresa realizó una encuesta entre rectores, vicedecanos y profesores de 63 universidades seleccionadas aleatoriamente. El cuestionario, más bien pobre, entro a determinar los 100 candidatos al senado de mayor capacidad y trabajo, sin entrar a estudiar en profundidad su aporte al país y a la región, sino simplemente porque fueron postulados por “académicos”. Estos resultados han sido criticados ampliamente, porque se colaron muchos de reconocida ineptitud y otros con relación cercana a corruptos reconocidos.

El solo hecho de que sean académicos no garantiza que no estén permeados por todos los vicios de nuestra politiquería y lo lamentamos, porque las universidades tuvieron la gran oportunidad de adelantar un estudio riguroso de la clase política que aspira seguir gobernándonos.

Parece que las teorías y las técnicas también se contaminaron.

lcelemin2@gmail.com

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