Las aristas de la despenalización de la dosis mínima

libardo Vargas Celemin

lcelemin@ut.edu.co

En el empeño de dialogar con los protagonistas de un problema tan complejo como el consumo de sustancias psicoactivas, en la Universidad del Tolima (la antigua) invitamos al doctor Carlos Gaviria, el magistrado que presentó ponencia favorable para que se despenalizara la dosis mínima en Colombia. También asistió un grupo de jóvenes consumidores.

El doctor Gaviria inició explicando que “es la propia persona (y no nadie por ella) quien debe darle sentido a su existencia”, en la sala se escucharon aplausos y en el rostro de la mayoría de jóvenes se dibujó una amplia sonrisa, porque esas palabras hacían parte de los argumentos que ellos esgrimían para que se les permitiera fumar en el campus universitario. Luego ahondó en el concepto de libre desarrollo de la personalidad y de nuevo se escucharon aclamaciones.

Finalmente el doctor Gaviria habló de la filosofía de la Universidad y su papel en el contexto de la sociedad y terminó enfatizando que, “si bien las personas eran libres y autónomas para elegir sus formas de vida, estas no podían interferir con la autonomía de los otros”. Los rostros alegres de antes se volvieron hoscos, no hubo aplausos y algunos abandonaron el recinto.

La anterior anécdota ilustra la complejidad de una norma que ha recibido toda clase de ataques, manipulaciones y distorsiones. Vale recordar que el senador Uribe hizo varios intentos para tumbarla. Ahora su pupilo ha revivido el debate y anuncia un ataque frontal contra los portadores de dosis de psicoactivos, independiente si están o no dentro de los parámetros de la dosis personal.

Es decir, que se acabará en la práctica esta figura, pues aunque inicialmente los portadores no van a ser detenidos, sí se ejercerá una estigmatización sobre ellos al tener que probar que médicamente lo requieren.

Mientras los organismos internacionales encargados del control del consumo han reconocido el fracaso de las políticas basadas en la criminalización, marginalización y estigmatización de los consumidores y algunos países han avanzado en el camino de la legalización con fines recreativos, en Colombia estamos por dar un paso atrás cerrando las posibilidades de los enfoques contemporáneos que hablan de la adicción como un problema de salud pública y que su tratamiento no debe ser policivo, sino integral, de manera que se aminore el impacto y se establezcan caminos de integración, inclusión y participación en la sociedad democrática que queremos construir, sin pretender capitalizar política e ideológicamente los resultados.

Persuadir a los consumidores, vincularlos al proceso educativo, estrechar sus nexos familiares, ofrecer tratamientos de salud, dar empleo, es decir, proporcionar calidad de vida para nuestra juventud, será la única manera de disminuir el consumo, lo demás es vender el sofá para evitar que nos traicionen.

Comentarios