Paradojas del fútbol

libardo Vargas Celemin

El atentado contra los jugadores de Boca Junior por parte del fanatismo de seguidores de River Plate dejó al descubierto, no solo la incapacidad de las fuerzas de seguridad bonaerenses, sino también la actitud de hinchas que dicen amar el fútbol hasta la muerte, pero solo lo usan como un mecanismo catártico para dar rienda suelta a sus instintos y frustraciones reprimidas por la sociedad en que interactúan.

Eduardo Galeano en su libro “El fútbol a sol y sombra” retrata magistralmente al fanático de quien dice: “Llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo”. Son los mismos que atacan en gavilla y parecieran estar frente a un terrible enemigo, que no es otro que su propio vecino, su hermano de clase social.

Otro hecho reprochable es la actitud asumida por los directivos de la Conmebol que, como vulgares comerciantes, solo ven en los jugadores, esclavos de un espectáculo y no seres humanos que merecen respeto. Fueron los jugadores del Boca quienes se hicieron oír. El afán de cumplir los compromisos con la publicidad hizo que se tomarán decisiones equivocadas y hasta la fecha no se ha precisado en qué país del mundo, los exiliados de la intolerancia, deban enfrentarse en lo que solo es una confrontación deportiva.

Para el argentino el fútbol es su religión, su tema de conversación toda la semana. Los programas y transmisiones futbolísticas copan los espacios en los medios de comunicación. En las pampas y desiertos, se ven humildes chozas donde se carece de lo elemental, pero no falta la bandera enorme de su equipo. Por eso la suspensión de un partido es un problema de Estado.

Paradójicamente, un día después de la suspensión de este partido, los verdaderos hinchas, descritos por Eduardo Galeano como aquel que “se come las uñas, susurra plegarias y maldiciones, de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como una pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado”, mostraron otra cara.

Estos hinchas que no agreden físicamente a sus contendores, fueron los que gallardamente se levantaron al final del partido, en el que Tolima perdió 2/0 y aplaudieron a los jugadores que durante todo el semestre pusieron a soñar con la tercera estrella.

Muy bien por esa hinchada que en lugar de insultar, supieron mantener la calma y aceptaron que en la vida no siempre se gana, o cómo dijera el profe Maturana, “perder es ganar un poco”. Aquí se ganó en civismo y comprensión de que el deporte es un juego y no una guerra.

lcelemin2@gmail.com

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