Galilea, un oasis en medio de la destrucción ambiental

libardo Vargas Celemin

El año 2019 se caracterizó por los acontecimientos paradójicos, frente a la conservación del Medio Ambiente. Quizá el más importante fue la generalización de los incendios forestales en la Amazonía que devoró miles de hectáreas, especialmente en el Brasil y que suscitó una movilización mundial por la defensa de este patrimonio de la humanidad, pese a la actitud desafiante del presidente Bolsonaro y sus funcionarios, quienes prefieren defender los intereses de terratenientes, mineros, antes que la vida de animales y seres humanos.

Otro hecho preocupante fue los resultados de la Conferencia sobre el Cambio Climático realizada en Madrid hace pocos días, pues aunque se lograron algunos avances, lo más importante era el compromiso de los mayores contaminantes: Estados Unidos, China, India y Rusia, responsables de más del 55 % de las emisiones de gases en la lucha contra la contaminación. Sin embargo estas potencias se negaron a firmar el acuerdo con las consecuencias que para el calentamiento global presenta esta situación.

La deforestación en Colombia en el 2018 fue de 197.159 hectáreas, cifra que resulta muy preocupante, dado que el 70% corresponde a la zona de la Amazonía que incluyen varias reservas forestales entre ella el “Chiribiquete” que muestra una invasión agresiva de quienes buscan convertir este hermoso tapete verde, en el muladar que deja la minería extractiva, la tala, quemas, y rozas, con grandes perjuicios para las cuencas hidrográficas y el almacenamiento de oxígeno.

Sin embargo dos hechos que reconfortan este deprimente panorama en que están empeñados los enemigos de la tierra que solo buscan enriquecimientos efímeros en la actualidad, sin importarles el desastre futuro en que están comprometiendo a millones de personas. El primero es el aumento relativo de las luchas de millones de jóvenes con el liderazgo de Greta Thunberg, que se han levantado en el mundo para exigirles a gobernantes y políticos un compromiso serio y no una retórica falsa e hipócrita frente a la catástrofe que se nos aproxima.

El segundo suceso nos llena de alegría, porque ha sido una lucha de varios años en los que campesinos, asociaciones comunitarias, líderes ambientalistas, al igual que algunas instituciones, como el Sena y Cortolima, han logrado la declaratoria oficial del Parque Natural del bosque de Galilea, como patrimonio ambiental del país. Esta zona de más de 26 mil hectáreas en el oriente del Tolima y que cubre también a departamentos, debe constituirse en un ejemplo para el mundo.

El reto es muy grande, máxime si empresas como Petrobras ya tenían licencia de operar allí y lucharán jurídicamente para lograr su cometido, con la anuencia de las fuerzas militares de Colombia.

Los tolimenses debemos apoyar y estar vigilantes para que Galilea sea el paraíso verde que nos merecemos los colombianos.

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