Cariño por decreto

Se oficializó la ternura: el Gobierno colombiano movió por decreto la fecha de reconocimiento y manifestación anual de amor al papá, sólo para evitar una más copiosa abstención electoral. Y funcionó. Dios quiera que por ese medio legal, se pueda también erradicar las patologías sociales que nos agobian.

Pero un solo día al año es injusto, los papás merecen más días. Luego que la enfermedad del amor termina por vencerlos hasta que con una sonrisita atolondrada entregan cuerpo, alma y futuro ante el altar o el notario, estos esforzados especímenes, después del himeneo y el encargo de los ‘herederos’ –acción en la cual tienen un fugaz aporte-, ven marcado su destino como eternos proveedores de bienes y servicios, obligados de por vida a hacer malabarismos con hipotecas, cuotas, matriculas, pensiones, y a cultivar canas preguntándose si son buenos padres para su hijos, y si deben mostrarse desnudos ante ellos, como en Noruega.

Se pensaría que la iniciativa de esta magna celebración nació de algún ser excepcional, un político honesto, por ejemplo, pero el origen es menos altruista: lo impulsaron los preocupados dueños de tres grandes almacenes que tenían exceso de existencias de ropa y perfumes para hombre. Los comerciantes arguyen que fueron hombres los promotores, resentidos por el derroche que debían hacer el Día de la Madre.

La cuestión es que este sensitivo suceso se convirtió en un desenfreno consumista en el cual le compran a los papás -a veces con plata de su mismo bolsillo ‘porque del cuero salen las correas’-, las mismas cosas de siempre: billeteras ¡vacías¡, corbatas de horror, pantuflas de osito si tienen más de 60 años, y hasta lotes en el parque cementerio. Por fortuna, este año el diseñador Alfredo Barraza amplió la oferta de obsequios y creó el ‘Penekini”, que es como medio suspensorio sostenido por hilos. Muy confortable y sexy.

No todo es gozo en este día: Parece ser que la cercanía de esta fecha dispara en algunos países desarrollados la solicitud del test de paternidad por parte de papás recelosos que analizan estadísticas –que hasta sirven para decir la verdad-, y encuentran que tres de cada 10 exámenes realizados comprueban que, biológicamente, el hijo no es del padre que creía serlo. Eso de ser rubio ojiazul y que el hijo tenga los rasgos marroquíes del jardinero, pues algo inquieta ¿no? Luchemos para que este examen no se haga obligatorio en Colombia.

Es en verdad admirable, en este mundo convulsionado donde los hijos maduran tan pronto y exigen tanto, la entrega de aquellos hombres que dedican sus talentos y energías para sacarlos adelante; así como es deplorable ver en la TV niños en el Icbf que “no registra” padre. Injusto e incierto futuro para seres inocentes hijos de progenitores irresponsables.

Alguien lo dijo con certeza: “Ser padre es la única profesión en la que primero se otorga el título y luego se cursa la carrera”. Lástima no ser primero abuelo y luego papá, digo yo.

Credito
POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

Comentarios