¿Cuántos sobramos?

Pesquisas documentadas registran la existencia de una enigmática cofradía de magnates, líderes mundiales y eminentes cerebros, con tentáculos que penetran la política, las finanzas y los centros de poder del planeta -Club Bilderberg lo denominan-, cuyos miembros se reúnen secreta y periódicamente para decidir el destino del mundo.

Hace décadas que ninguna guerra, crisis económica o cambio político, sucede sin su voluntad.

Los curiosos que lograron infiltrar el grupo conocieron una realidad que éste debate: ‘En el mundo están sobrando cuatro mil millones de estómagos’. Suena hitleriano, pero dizque así lo plantean. ¿La solución? ¡Ojalá sea algo que no le duela mucho a uno!

Tema pavoroso. Por estos días, en Kenia se instituyó la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente –ya era hora-, para examinar un futuro, inviable para ermitaños: ¿Cómo podrán vivir 10 mil millones de personas en la Tierra en 2050?

Siempre supimos que plagas, pestes, guerras, dictadores militares, y hasta la inquisición, eran controles demográficos. Pero hoy, con una esperanza de vida de jubilados de 70 años, y una población que envejece rápidamente y contará con 2000 millones de sexagenarios a mitad de siglo, todo permite augurar que los que hoy nacen no sólo cuidarán niños, también muchísimos longevos con limitaciones físicas y mentales.

Lo más grave es el escenario para esta aflicción: cambios climáticos extremos que deterioraron la calidad de vida, temperaturas elevadas en todo el planeta, racionamiento extremo del agua, hasta la guerra por ella; extinción masiva de fauna y flora; hambrunas, problemas sanitarios y desaparición de miles de millones de personas, sobre todo en los países pobres, antes del final del siglo XXI.

Serán paseos familiares lo que hoy los colombianos registramos como desplazamientos. Se estima que más de 150 millones de personas serán refugiados del clima, huyendo de tierras inundadas o abandonando sus campos estériles por las sequías.

Juzgué alarmista a un biólogo colombiano cuando afirmó que, al menos para los pobres, este apocalipsis es irreversible. Tenía razón. Científicos del mundo coinciden en afirmar que se ha superado un punto sin retorno en el deterioro del Planeta Tierra -que en su conjunto es un ser vivo-, y el resultado es que va a pasar la factura a quienes talan sus bosques para hacer potreros, convierten corrientes y ríos en cloacas, hacen del mar un basurero de plásticos, contaminan el aire, sobreexplotan la pesca al límite sustentable, rinden culto al cemento antes que al verde y con avaricia acumulan más riqueza de la necesaria para vivir.

Suena a ciencia ficción, a cosmogonía indígena, pero tiene su lógica universal.

Algo tenemos de suicidas cuando nos reproducimos en exceso. Fuimos timados por nuestros preceptores cuando nos inculcaron que la función esencial del ser era crecer y multiplicarse, y fallamos al creer a los vecinos que ‘cada niño trae su pan debajo del brazo’ y que ‘donde comen dos comen cinco’. Hay exceso de gente para un planeta que agota sus recursos limitados y mal aprovechados.

Credito
POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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