El poder, ¿para qué?

Este enigmático interrogante planteado por Darío Echandía -político humanista, lúcido e incorruptible, de los pocos buenos que ha tenido Colombia-, nos sacude con un sentimiento de impotencia cuando vemos cómo proyectos de cambio o avance social, ó la concreción de obras prioritarias grandes o pequeñas de las que requieren los ciudadanos para su bienestar, se convierten en ‘parto de los montes’ ante los intereses creados, las manipulaciones y la glotonería del poder politiquero que sin escrúpulos devora hasta los recursos más sagrados destinados a reducir las angustias de los necesitados, con tal de enriquecerse ilícitamente.

Cuánta falta hace dirigentes como el Maestro, quién con entereza dijo a sus correligionarios que sus acciones mostraban que eran “enemigos de los cambios sociales”, que en el ejercicio político colombiano “no hay ideologías, sino rapiña por los empleos… porque este es un país grotesco”.

Al iniciarse un nuevo período presidencial el ciudadano común, que no usufructúa las ventajas y el monopolio del poder, espera que el mandatario se entregue de lleno a cumplir diligente las promesas de campaña, a enjaular los corruptos que saquean el erario y limitan las posibilidades de inversión social, a invertir sin populismo ni desperdicio los ingentes recursos de que dispone para erradicar la desigualdad injusta que cada día genera más resentimientos, violencia e inseguridad. Todo legítimo y posible.

Pero, da la impresión que ganar la presidencia, tan tortuosamente disputada, convierte al mandatario en un ser acorralado por voraces acreedores políticos, traficantes de votos a veces no higiénicamente obtenidos. Y el pago es una tajada de poder: los ministerios y altos cargos los reclama un grupo o grupúsculo político. Y lo ventilan públicamente.

¿Se asignarán cargos dónde se manejan billones de pesos, por la elaborada concepción filosófica de un partido sobre cómo llevar al nivel de excelencia un sector de la sociedad; ¿O porque la ideología del grupo es lo que eligieron en democracia los votantes como futuro para la nación? ¿Se entregará por qué un grupo comprueba tener los más honestos y capaces? Incógnitas con poderío y nómina.

Difícil gobernar este inconsciente e indisciplinado país donde ricos y pobres mantienen una totuma en la mano para pedir al Gobierno ayudas, subsidios, estímulos, subvenciones, exoneraciones; donde prósperas empresas buscan socializar pérdidas y privatizar ganancias; donde el cartel del cilantro, del pañal y muchísimos más, estafan a la gente; donde cualquier asociación de cinco alevosos miembros paraliza una ciudad, ó al país; y donde las multinacionales ponen el precio y calidad que les conviene y arruinan sin compasión al cliente; donde el dinero fácil no avergüenza.

Y, hablando de poder, ¿será cierto que aquí tenemos gobierno, pero el poder está en otra parte? Hace 2500 años el griego Eurípides dijo “Las naciones grandes hacen lo que quieren y las chicas lo que les dejan hacer”. ¡Parece que lo hubiera dicho anoche!

Credito
POLIDORO VILLA HERNANDEZ

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