Cárcel de ensueño

Polidoro Villa Hernández

En su corta visita a Ibagué, un arquitecto pereirano residente en Lima tenía un deseo obsesivo: conocer las obras del Panóptico de Ibagué: “Aunque no lo creas -me dijo entusiasta-, de Ibagué se habla mucho, y va a ser conocida en el mundo por este proyecto que es una revolución arquitectónica, urbanística y sociocultural.”

Y después de observar la edificación por los cuatro costados, agregó dubitativo: “Claro que esto no lo terminan con menos de quince millones de dólares”. (En año de elecciones, soy irresponsable al hacer pública esta cifra. Puede despertar la apetencia de nuevos contratos, con sus respectivas interventorías). “Y, ojalá, -prosiguió- desde ahora busquen platica para la gestión, porque la puesta en marcha, funcionamiento óptimo y preservación de un proyecto no autosostenible tan complejo, vale más que la adecuación del monumento.”

Habló de un centro cívico en Lima, -antes penitenciaría- que terminó siendo un prosaico centro comercial con un hotel de cadena americana adentro. “Los jóvenes no saben el uso anterior del edificio. Éste, creo, no va a terminar así. Se mantendrá el espíritu del patrimonio histórico y la función social que lo inspiró”.

Me abochornó que este tipo, que vive hace más de veinte años por fuera, conociera más que yo del proyecto. Y cuando mentalmente me repetía ‘Sólo sé que nada sé’, el hombre, que también pinta, usó un pincel imaginario para describir y equiparar con ¡La Alhambra! lo que será el Panóptico. “Tienes que conocer a fondo la descripción del proyecto. ¡Es bellísimo! El componente islámico en su renovación (¿?), los jardines florecidos y fuentes cantarinas, nada tendrán que envidiarle al complejo de Granada.”

No podía creer tanta belleza, pero este profesional es serio y fue un colega suyo, ibaguereño, quién le describió en detalle hace nueve años el proyecto inicial. Aunque tarde diez generaciones en terminarse, sí va a ser así, vale la pena esperar.

Para no bajar de la nube al arquitecto, le oculté que las obras son lentas porque los materiales de construcción utilizados: cemento, ladrillo y guadua se contaminan, presuntamente, con elementos tóxicos como inexperiencia profesional, direccionamiento de contratos, desviación de recursos, favorecimientos indebidos, detrimento patrimonial, falsedad ideológica en documento público en concurso y homogéneo sucesivo, peculado por apropiación, perversos pilares de nuestra politiquería.

Estamos en la mira del mundo. Y si en el futuro no se concluye la obra porque el petróleo sigue a la baja, porque Santos no ganó aquí, porque ninguna plata alcanza, al menos tendremos otro gigantesco paquidermo blanco lleno de palomas e indigentes. Pero no perderemos el título de Capital Andina de los Derechos Humanos y la Paz.

Ignoramos la magnificencia del proyecto Panóptico. Y para que no sepan más en Lima que aquí, justo sería tener en sitio público una maqueta tradicional, o un video tridimensional, para que los candorosos Ibaguereños vean en qué se invierten sus impuestos.

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