Paz con armonía

Polidoro Villa Hernández

Nunca se había visto tanto y tan genuino interés entre los colombianos por opinar y buscar luces sobre un tema. En solemnes cenáculos, juntas corporativas, tertulias, alrededor de la mesa hogareña, o en los corrillos callejeros donde habituales deslenguados mancillan honras ajenas, ahora tan solo se habla de ‘la Paz’.

Ansiosos esperamos el acuerdo final como el advenimiento de un omnímodo mesías que hará de Colombia un paraíso con ríos de leche y miel. Y seguimos ahí, pasivos, esperando que sin esforzarnos caiga maná del cielo. Porque a diferencia de ciertos contratistas sobornables, nadie pregunta por el ‘cvy’: ¿Cómo voy yo, ahí? ¿Cómo puedo contribuir para que ese edén se convierta en realidad? ¿Qué debo aportar para que si se alcanza la Paz no vuelva la guerra?

Porque el caos tiende a retornar. Un veterano amigo que tiene buena memoria para lo ocurrido de 1960 hacia atrás, me contaba que en Salt Lake City, Estados Unidos, tras la Gran Guerra de 1914 -con 20 millones de víctimas-, se creó un grupo llamado Sociedad para la lucha contra la Segunda Guerra Mundial. Al terminar ésta en 1945, ¡55 millones de muertos!, no se disolvió, pero modificó su objetivo: ¡Sociedad para la lucha contra la tercera guerra mundial!

Hace milenios la sabiduría oriental trazó sensatos derroteros para estar en armonía consigo mismo -paz interior- y lograr la concordia con los demás: entender que la tierra es el hogar de todos los seres vivientes -humanos, animales y plantas-, que por ello somos interdependientes y que lo que perjudique a unos afectará a todos; a profesar la verdad, justicia, reconciliación y misericordia; a repudiar la codicia desaforada; a respetar y vivir en armonía con la naturaleza y evitar la explotación despiadada de ella.

Si desde temprana edad inculcáramos en los niños esta visión del mundo y de su armónica relación con los demás, modelaríamos una sociedad de tolerancia y de natural empatía y evitaríamos que de hombres sus cerebros incubaran las guerras crueles que han cubierto de muertos, miseria y tristeza esta patria.

Mucho podemos hacer individual y colectivamente para conseguir y mantener la Paz: Moderar el materialismo desenfrenado que hace de la acumulación de dinero la razón única de existir; refrenar el consumismo no esencial y buscar un desarrollo sostenible. Dejar la indiferencia y participar en la vida de la comunidad para exigir a quienes detentan cargos públicos y a los dirigentes de otros sectores cuyas decisiones nos afectan, que administren bien el poder, apliquen valores éticos en su gestión y trabajen para minimizar las desigualdades económicas y la destrucción del medio ambiente.

Lao-Tsé sintetizó así su visión de Paz:

“Para que haya paz en las naciones, /debe haber paz en las ciudades./ Para que haya paz en las ciudades, /debe haber paz entre los vecinos. Para que haya paz entre los vecinos, /debe haber paz en las casas. Para que haya paz en las casas, /debe haber paz en los corazones.”

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