¡Mamma Mía!

Polidoro Villa Hernández

Increíble casualidad: Siempre, el Día de la Madre cae en quincena. Precedida esta emotiva fecha por intensa publicidad que hace que los hijos crean que si no le compran algo ‘a la vieja’ pueden pensar que no la quieren. Y funciona. No en vano se considera este día como la segunda navidad del comercio. Pero es laudable el gesto generoso, al menos una vez al año, de entregar ‘un detalle’ a un ser que vive y muere en función de los suyos.

Como siempre, en este día se pone a prueba la comprensión y la paciencia de las madres, porque aún hay quienes creen que el mejor obsequio para ella es una canasta con elementos de limpieza -incluido un tarro de Mr. Músculo- fornida figura que, suponen, ella admira en secreto por que lo usa todos los días lavando las ollas. Otros, cicateros, ni se ruborizan al regalar llamativos frascos con perfumes ‘chiviados’ de alcohol antiséptico y esencias baratas. Y el mercado ofrece: Primoroso estuche con crema que quita las arrugas. ¡Perversos! “Esas nobles arrugas que surcan tu cara / Son el camino recorrido por la vida/…”. El verso escolar era cursi, pero sincero.

¡Las madres se contentan con poco! Una mamá de nívea cabellera que recuerda cómo sus hijos pedían la bendición al salir de la casa, rememora que en su época quienes tenían la madre viva salían con clavel rojo en la solapa del saco; los que no, con clavel blanco, y éstos recibían condolencias espontáneas, abrazos y lágrimas, hasta de gente desconocida. Hoy, esta solidaridad dejaría a muchos sin celular entre el bolsillo.

Entre sus recuerdos, retiene estrofas de canciones que tararea con nostalgia y ojos húmedos: “Ay, clavelito rojo, que llevo yo en el pecho / Va pregonando amores, amores maternales…”; “Las madres son pedazos de un corazón herido / los hijos son el fruto del árbol de la ilusión….”; “Madre, cariñito santo / ven alumbra mi existir, / sin ti mi vida es un llanto / sin ti no puedo vivir…”. “No te lleves mi madre / Mi madrecita buena / mi madrecita santa / que mitiga mis penas…”

Eran canciones doloridas con letras lacrimógenas que expresaban una genuina veneración por la madre. A futuro: ¿Qué poesía, qué canciones irán a escuchar en su día cuando envejezcan las hoy jóvenes mamás, que broten del reggaetón, la cumbia rap, o el Electro hop? ¡Pobrecitas!

El mundo moderno que deslumbra a la mujer con el éxito y la fama, propicia que las madres con dedicación exclusiva 24 horas vayan desapareciendo, y con ellas, una labor de custodia y guía permanente de invaluable valor social en la crianza familiar.

El creciente número de madres abandonadas, olvidadas, incluso golpeadas y asesinadas por sus hijos señala una sociedad insensible, que no valora el pilar mayor de la vida. Loor en su día a un venerable ser que una pequeña definió con sencillo tino: “Mamá: Es una señora que sabe dónde está todo”.

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