El respeto a la diferencia

Polidoro Villa Hernández

Una acción saludable para hoy, Día Mundial de la Diversidad Cultural, sería hacer una introspección sincera y un acto de contrición, por las veces que siendo niños, o adultos, discriminamos o nos burlamos de un ser humano por su color de piel, enfermedad, nivel cultural, situación económica, discapacidad, defectos físicos, orientación sexual, origen étnico, religión o política. Hay pocos libres de culpa. Ojalá siempre se educara a los niños haciéndoles comprender que hay personas que son diferentes y piensan diferente a uno, y que cada ser es un mundo por descubrir y merece respeto.

Política con artificiosas ideologías, y religión con intimidatorias teologías, que deberían habernos guiado por el camino de la fraternidad universal, mutaron en leviatanes mercantiles que perdieron su esencia -si es que alguna vez la tuvieron-, y con populismo o con miedo, sacaron ganancia de enfrentarnos.

Aquí, el sectarismo político nos legó centenares de miles de muertos, millones de desplazados e inestabilidad social, por pugnas de poder e intereses económicos entre jerarcas ‘cachiporros’ y ‘godos’. El pueblo puso las víctimas. Estudiantes de colegios católicos recuerdan cómo algunas procesiones nocturnas pasaban frente al único templo adventista de la época y, aleccionados, cantaban: “Protestantes embusteros vuestra iglesia no es de Cristo, es de Zwinglio y de Lutero y Calvino su ministro”. Algún afiebrado lanzaba piedras y rompía vitrales. Intolerancia en nombre de dios.

Por fortuna, se propician procesos de paz, pluralismo religioso y diálogo ecuménico para salir del infierno. Pero nunca debe olvidarse el pasado, para no repetir.

El mundo está que arde por las restricciones que sociedades fanáticas imponen con las armas y el terror al derecho de libertad religiosa y política. Por estos lados, la intolerancia no es tan feroz, pero aún disuenan voces que anteponen la palabra ‘negro’ a una grosería, aunque el ofendido sea blanco. O quienes consideran que ser ateo es enfermedad catastrófica, o que los aborígenes, dueños ancestrales del país, son indios ‘patirrajados’ sin categoría.

El éxodo de familias de países tercermundistas -como el nuestro- a otras latitudes en busca de pan y paz, hace que miles tengan que probar el acíbar de la discriminación y el desdén de quienes se creen mejores. Calificativos despectivos como ‘sudaca’, en Europa; o ‘latrino’, mezcla perversa de las palabras “Latino” y “Letrina”, ‘chicano’ y ‘pocho’ en Norteamérica, indica que las ideologías agresivas de superioridad e inferioridad perviven.

Un indio de la raza primitiva Zapoteca sentenció: “El respeto al derecho ajeno es la paz.” Fue Benito Juárez, presidente de México. Esa es la fórmula sabia y elemental para convivir sin matarnos, para mantener la cohesión social y para prosperar. No perderá vigencia la visión fundamental del respeto mutuo dentro de la diversidad: No somos iguales, pero valemos lo mismo.

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