Un líder para recordar

Polidoro Villa Hernández

En el pasado era un buen inicio de formación moral inculcar en los hijos, desde temprana edad, el tener alguien a quién imitar. Casi siempre eran santos. Si era niño, el arquetipo a emular era Domingo Savio, ‘Flor de Pureza’; si era niña, siempre era una virgen, ojalá mártir. Pero con el desenfreno posmoderno, la juventud no aguanta tanta santidad. Además, gobernantes, líderes, gente famosa y hasta gurús espirituales muestran tanto el cobre, que no es saludable imponer modelos a los chiquillos.

Pero para redimir naciones vejadas, de vez en cuando nace un ser excepcional a quien el destino depara una existencia difícil, que con coraje consagra a dignificar la vida de otros. Y hubo un líder que fue, y es, un ejemplo universal. El próximo 18 de julio cumpliría 99 años Nelson Mandela, un hombre singular que cambió la historia de Sudáfrica, de la cual fue el primer presidente de raza negra.

Veintisiete años de dura prisión, de resistir abusos por sus ideales libertarios, no lo tornaron proclive a codiciar el poder o abusar de él cuando lo tuvo. Su lucha la centró en acabar con el monopolio del poder político que termina –allá y por aquí- corrompiendo todos los niveles del Estado; a crear una democracia multirracial; a promover la educación como el mejor motor de desarrollo de su nación; a buscar la reconciliación en un entorno violento que presagiaba una guerra civil; a erradicar la pobreza como un acto de justicia y no como una obra de caridad.

Sin odios ni rencores, Mandela simplemente anhelaba para sus explotados compatriotas negros, y también para la abusiva minoría de colonizadores blancos, una sociedad democrática para vivir en armonía y con igualdad de oportunidades. Todas estas virtudes hacen de él un paradigma para muchos dirigentes de nuestros países tropicales, ególatras, mitómanos, llenos de codicia personal que jamás beneficiará al ciudadano común.

La paz que durante siglos ansiaron los colombianos –y que se vislumbra hoy esperanzadora-, requiere para consolidarse de verdaderos estadistas, de dirigentes probos que, como el Nobel Mandela, hayan nacido para servir y no para servirse y que comulguen con su visión, también válida para nuestro país: “La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de raza, color, credo, religión, sexo, clase, casta o cualquier otra característica social que nos distinga.”

Aun en culturas diferentes, los problemas básicos son iguales en todas partes. Franco, Mandela confesó que para alcanzar la paz y reconciliación, había luchado contra la ‘dominación blanca’ y la ‘dominación negra’. Por aquí, para lo mismo, se batalla contra la extrema izquierda, la extrema derecha, y todos sus perversos matices.

Ojalá, el destino nos depare en el futuro un auténtico estadista, más espiritual que politiquero, que adopte y adapte la más altruista ilusión del surafricano: “Sueño con una Colombia en paz consigo misma”.

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