¿Regreso al patíbulo?

Polidoro Villa Hernández

El infame episodio que involucra a expresidentes de la Corte Suprema de Justicia -institución cuyo nombre se pronuncia con reverencia-, causa la misma rabia y aflicción que suscitaban las masacres de la guerrilla no hace mucho tiempo. Si tan encumbrados funcionarios públicos, juristas connotados, y bien remunerados, sucumben a la tentación del sucio billete, un Estado anárquico se vislumbra para Colombia. Y el perverso ejemplo podría replicarse en funcionarios menores en juzgados de provincia: exigir dinero para manipular, acelerar, o entrabar decisiones judiciales. ¡Ominoso futuro!

Esta ansia de dinero fácil convertida en pandemia que destruye la sociedad suscita ya reacciones instintivas violentas: “¡Deberían fusilar esos corruptos!” -sentenciaba una profesional de medalla de la Virgen sobre el pecho, viendo noticias sobre el sucio negociado que dio como resultado se le diera comida podrida a los escolares en varios departamentos. “Eso -prosiguió airada- debería ser calificado de intento de infanticidio.”

La dama olvidaba que la Constitución colombiana aún no contempla la pena de muerte, la cual, hipotéticamente hablando, aplicada con pruebas irrefutables, sí que nos libraría de lacras que nos avergüenzan ante el mundo. De otra parte, aquí ningún político acumula tanto honor en el pecho como para aceptar culpas y hacerse el harakiri.

Será extremismo, pero viendo este desmadre nuestro de cada día causado por el contubernio entre política y delincuencia llegan a la mente nombres como el del exprimer ministro Lee Kuan Yew, llamado el ‘Padre’ de Singapur, nación hoy líder en competitividad económica, educación y salud para sus ciudadanos. Estadista de verdad, líder intachable, rescató de la corrupción, disciplinó, inculcó civismo y llevó progreso a su pueblo, sin dejarse corromper por el poder. Su lema: “Si quieres derrotar la corrupción, debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”.

También tuvo una razón cuando con energía purgó a su país de parásitos indeseables: “Para hacer un buen omelette siempre hay que romper algunos huevos.” Por supuesto, sus antagonistas sacaban a relucir los derechos humanos, que en muchas naciones han sido letra muerta.

Aparece otro personaje, sinónimo de segador de cabezas corruptas y narcotraficantes: el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, apodado ‘El Castigador’ y ‘Harry el sucio’. Crece su descrédito mundial, pero su pueblo lo reelige masivamente al reducir la delincuencia en un 49 %. Refiriéndose a la proliferación de narcotraficantes, expresa en delicado lenguaje: “Estos h.p. están destruyendo a nuestros hijos.” Y los ejecuta sin miramientos. Bueno, también ordenó educación gratuita para los estudiantes de 112 universidades estatales. Y suspendió las actividades mineras a cielo abierto.

Improbable que las élites colombianas propongan la pena de muerte. Porque como respondió Pedro el Grande a sus ministros cuando le aconsejaron fusilar a todos los corruptos del país: “Cuidado… posiblemente nos quedemos sin súbditos…”.

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