Compartir enriquece

Polidoro Villa Hernández

En medio de tanto aflictivo acontecer en la cotidianidad de un país muy rico cuyos habitantes deberían disfrutar de tranquilidad y pleno bienestar, pero que se mantiene trémulo ante la incertidumbre de cuándo y quién señalará derroteros y metas superiores a largo plazo para aprovechar bien los abundantes recursos naturales y humanos, hay noticias que reafirman que muchos no pierden la fe en el futuro, que continúan trabajando con el mismo tesón de sus mayores, y que están convencidos que paz y futuro dependen de la educación que se dé a niños y jóvenes. Y por eso no dudan, dadivosos y discretos, en conjugar el verbo compartir.

El Nuevo Día informó esta semana del gesto filantrópico de Carmen y Paulo Laserna Phillips, que entregaron un valioso predio a la Corporación Minuto de Dios, entidad que en eficaz y permanente gestión ha dignificado la vida de miles de colombianos a través de sus programas de vivienda, educación integral y trabajo social orientado hacia la población vulnerable. Se construirá allí una sede de la universidad de esa institución y un colegio.

La trayectoria de la familia Laserna está estrechamente ligada al desarrollo de agropecuario de la meseta de Ibagué, y al de la propia ciudad. El padre de los donantes, Guillermo Laserna Pinzón, empresario innovador y austero, de acendrada vocación por el campo, fue pionero -entre otros proyectos- en el desarrollo de la agricultura del arroz en la meseta de Ibagué, que inició con la primera construcción de un canal, obra de ingeniería que tomó aguas del rio Combeima. Sus herederos han ennoblecido su legado.

En estos azarosos tiempos, cuando la incertidumbre del mañana hace que crezca el apego por las cosas y el dinero y la generosidad sea virtud exigua, la laudable decisión de estos tolimenses de compartir su lícita fortuna para ayudar a sus semejantes y propiciar obras en bien de la comunidad, merece exaltarse. Ojalá muchos más emularan este desprendimiento. Es sano repetir la sabia recomendación que dice que para lo único que sirve el dinero, es para compartirlo con los demás.

Ojalá se multiplicara aquí, el munificente talante de personas como Bill Gates, Warren Buffet, George Soro y otros magnates que crean fundaciones para donar miles de millones de dólares a causas justas en todo el mundo. Y no dejan de ser muy ricos. Además creen, con paternal aprensión, que dejar tanto dinero a sus herederos puede malograr sus vidas.

En el ejercicio de la virtud moral de la liberalidad, deberíamos seguir el ejemplo de la naturaleza: “Los ríos no beben su propia agua; los árboles no comen sus propios frutos. El sol no brilla para sí mismo; y las flores no esparcen su fragancia para sí mismas. Vivir para los otros es una regla de la naturaleza. Porque la vida es buena cuando tú estás feliz; pero la vida es mucho mejor cuando los otros son felices por causa tuya. La dimensión de la propia felicidad, es directamente proporcional a la que tú propicies en los demás.”

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