Apuntes de viaje

Polidoro Villa Hernández

El domingo 17 estaré con los pelos de punta, le confiaba a un cliente el gerente de un banco local refiriéndose a las votaciones. El banquero es una víctima más de la avalancha mediática que presagia para el país un negro futuro. Lo dijo bien un comunicador: “Hay una tendencia a convertir las noticias regulares en malas, lo intrascendente en preocupante y lo preocupante en alarmante. Nos hacen creer que vivimos en un mundo al borde del precipicio y del cataclismo.”

¡Frescos! Si Murphy advirtió que toda situación, por difícil que sea, es susceptible de empeorar, nosotros, que siempre hemos hecho el vía crucis ciudadano por el camino ‘difícil’, aún tenemos un par de cuatrienios antes de aterrizar en la anarquía. Entonces, no suframos por quién será el próximo presidente; o el campeón en Rusia. Naderías. Relaja más analizar quien tiene el corte de pelo más chic: ¿Trump? o ¿Kim Jong-Un? Serena más leer Soho, que digerir discursos políticos o descifrar estadísticas macroeconómicas.

El festivo cliente del banco que arriba menciono, hizo fortuna comerciando cereales, y se dio un respiro para viajar a Windsor a “codearme con la realeza y asistir a la boda de Harry y Meghan… que el 19 cumple ya un mes” anota complacido. Dice que logró subir a su ‘akilatada’ esposa a una banca bien situada para ver el desfile nupcial. Ambos regresaron felices. Precisamente, le estaban regalando al gerente un plato de adorno y dos cucharitas para el té con la figura de los protagonistas del himeneo. ¡Té! Y nosotros ‘degustando’ aguapanela.

El empresario, de buen humor, adereza sus comentarios de viaje: “A mí, me tocó que costearle la fiesta de boda a mis dos hijas, y a esta actriz divorciada, que casó de blanco hasta los pies vestida, todo se lo pagaron los contribuyentes. ¡Y nunca cogerá una escoba!”. “Por la dicha que exhibían, parece que sólo hicieron votos de amarse en la riqueza.” “Aquí, que somos tan ligeros de lengua, hubiéramos juzgado a la novia como ‘trepadora social’. Allá, le dieron título de duquesa.” “Simpático el novio, mechicandelo y con mucho pelo, muy diferente a todos los hombres calvos de la familia real. ¿Milagro de genes aristócratas?”

“Por fastidiar al estirado guía, pregunté si podríamos ver al día siguiente la ceremonia en que el Ayuda de Cámara sale al balcón a mostrar las sábanas que confirman que desapareció el activo más valioso de una novia en su noche de bodas. Me fulminó con la mirada y dijo que esa costumbre había sido abolida 300 años atrás. Seguramente prohibieron degollar gallos en las alcobas.”

“Algo que descubrí charlando con los costosos guías –concluye-, es que en Colombia un político regional de medio pelo, tiene más poder real para hacer el bien o el daño, que cualquier monarca europeo.” Este empresario, que llama ‘reina’ a su mujer, y ‘princesas’ a sus hijas, poco debe preocuparle la plebeya votación de hoy. ¿Necesitaremos una monarquía?

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