Analfabetismo político

Polidoro Villa Hernández

Como si fuera una trivial exhortación acuñada para otras latitudes, para otros individuos, memorizamos una frase lapidaria con acento peyorativo que parece esquivamos aplicar a nuestra realidad: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.

Al hacer memoria de la pléyade de mandatarios que nos ‘gobernaron’, pocos estadistas entre ellos –algunos, su ignorancia nos hizo reír; otros, sufrir con sus decisiones erradas; varios, que nos timaron con su interpretación de la palabra democracia; uno que nos avergonzó ante el mundo-, deberíamos admitir que por la indolencia para participar en política con nuestro voto, hemos soportado los presidentes que nos merecemos. La indiferencia nos castiga perpetuando el clientelismo y los malos gobiernos.

La Consulta Anticorrupción reciente, cuya votación debería haber sido una apoteosis de repudio a quienes tienen la política como un negocio que corrompe profesiones, instituciones y empresas, no alcanzó el umbral para que fuera obligatoria la aplicación de correctivos a quienes abusan de su posición de poder. El resultado apena. Las redes sociales destacaron con ironía: ‘El único país en el mundo donde se les consulta en las urnas a los ciudadanos si quieren que los roben o no’.

Seguro hubo regocijo en las ostentosas madrigueras de los roedores que corroen el bienestar de la gente. Y, en el exterior, causaría extrañeza el resultado fallido de esta convocatoria. Deben imaginarse alguna clase de perversa complicidad entre la clase política que delinque y el consentimiento de los ciudadanos que, pudiendo defenestrarla, prefieren holgazanear y no salir a votar para conseguirlo. ¡La imagen externa del estereotipo latino perezoso!

Quienes buscaban el ‘No’, hicieron bien su trabajo de zapa: se propaló la noticia que si rebajaban los sueldos a los ‘Padres de la Patria’, el recorte salarial para el común de los mortales sería peor. Funcionó. Sembrar falsos rumores es puñal artero de uso político.

La indiferencia ciudadana en esta consulta y la crónica abstención en elecciones, es suelo fértil para el cultivo de la corrupción. La ignorancia en que tienen sumidos los dirigentes políticos al pueblo -que pocas cuentas presentan a sus partidarios, a quienes solo utilizan en campaña, sin ilustrarlos sobre el valor sagrado del voto-, nos tiene sumidos en un letargo profundo, como a La Bella Durmiente.

¿Necesitaremos para volver a la realidad, del beso de un príncipe convertido en sapo? Del ósculo de un Ortega, un Chávez, un Maduro. Pues si llega, no despertaremos a un futuro radiante, sino a una oscura pesadilla. El olvidado Platón, lo anticipó hace más de 2.200 años: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”. Como si viviera hoy en estas patrias.

Hay esperanza. Los casi doce millones de votantes que apoyaron con el ‘Sí’ las siete propuestas que buscan poner coto a los desmanes del poder, le gritan al Gobierno: erradique los déficit que genera la corrupción y no los cubra imponiendo más impuestos a los ciudadanos honestos.

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