¿Urge el apocalipsis?

Polidoro Villa Hernández

Por esta época de brujas y embrujos que activa el comercio de lo inútil, un geólogo retirado y miembro fervoroso de una secta religiosa con mucho marketing de la fe, me confiaba que su líder, un especie de visionario, en el sermón del culto semanal les pidió orar intensamente para que se cumplieran ya las profecías milenarias que anuncian el fin del mundo: “para acelerar la reforma espiritual y reorientar la depravada moral de la humanidad”.

Contó que la vehemente petición del guía había suscitado el llanto colectivo de los fieles: “Porque claro, nadie quiere abandonar su zona de confort para que le lluevan las profetizadas guerras, plagas, hambrunas, pestes, y el fuego intenso que incinerará el planeta para extinguir todo el mal… ¡Pero ocurrirá!”.

Lo pregunté si conocía el motivo que urgió al pastor a invocar la aniquilación total exprés en dónde no quedará títere con cabeza: ¿Tendrá al tope sus tarjetas de crédito con tasas diabólicas y quiere ver atomizados sus acreedores? ¿Lo chifló tanta reforma tributaria? El ingeniero ignoró mis sarcasmos y dijo que el predicador, sensible y muy bien informado, llegó a una conclusión “Este mundo ya no tiene arreglo…” ¡Intuitivo el tipo!

Qué le pasó, ¿Lo perturbó lo del periodista Jamal Khashoggi que inocente visitó un pedacito de su patria saudí en Estambul y le hicieron una disección de anfiteatro? Execrable. Seguramente el pastor es joven y desconoce que por estas tierras consagradas a los santos, ‘no ha mucho tiempo’ el desprecio por la vida humana –azuzada por odios políticos- inventó dantescas formas de barbarie para degradar a los contrarios, aun estando muertos: el “corte de franela”, el “florero”. “picar pa’tamal”, el “corte de corbata”.

No es para tranquilizarlo, pero de vieja data al homo sapiens, a la cúspide de la creación, al paradigma civilizado, pareciera gustarle nadar en la marea de la violencia que va y viene con los tiempos. Por eso los términos terrorista, sicario, homicidio, masacre, desapariciones, secuestros, casas de pique, a nadie hace erizar ya a la hora de los postres.

¿Lo enferma al buen pastor la corrupción rampante que multiplica los pobres en nuestros países, ricos en recursos naturales y gente buena? ¿Lo angustia la profusión de líderes políticos que conspiran, mienten, manipulan, roban y engañan hasta hacer entrar en crisis las naciones, de lo que también sacan provecho?

Creo que el guía espiritual de esa secta cabe dentro una definición de pesimista: “Optimista bien enterado”. Difícil enderezar esto, salvo con una purga que liquide tanto perverso parásito. Antes que lleguen los cuatro jinetes del apocalipsis, es probable que los grandes grupos de poder que arman las guerras y le venden al tiempo mantequilla y armas a líderes belicosos, logren su plan de, como sea, reducir la población humana a mil millones. Serán pocos magnates y muchos servidores de ellos.

Creámoslo: Este apenas es el purgatorio. El Juicio Final y el infierno lo estamos construyendo nosotros por indiferentes.

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