Futuro naranja

Polidoro Villa Hernández

Dicen que sin explicación válida, muchos de los tolimenses nacidos en los años 40 y 50, son radicalmente escépticos. Por cierto que ellos lucen hoy tan elegantes y vitales que hasta bastón llevan. Seguramente para protegerse del asedio de admiradoras.

Tal vez en el largo recorrido que los acerca al Reino Celestial -infierno no existe por decisión papal-, han sufrido amargas decepciones con planes de gobierno de rótulos pomposos y flacos resultados: “Salud, Educación, Techo, Tierra”; “Paz Justicia y Libertad”; “Cambio con Equidad”; “El gobierno de la gente”; “Salto social” y chistes como: “Tenemos que reducir la corrupción a sus justas proporciones.” Si todo esto se hubiera dado, no habría reformas tributarias y nadaríamos en ríos de leche y mermelada.

Pero en medio de su suspicacia, esperan que las cosas cambien. En sus corrillos, por ejemplo, ahora comentan con interés la Economía naranja, tema duro que es punta de lanza del Gobierno para generar ingreso y empleos. Toda iniciativa es plausible si de crear y exportar bienes y servicios culturales se trata –Cultura, por definición, es todo lo que hace el hombre, incluida la incultura- con base en inteligencia, creatividad, ingenio e innovación. Estas son virtudes que abundan en nuestro suelo.

Uno de los contertulios anotaba: “Miren a Disneylandia: factura igual valor que la mayor petrolera latinoamericana y tiene la mitad de empleados. Mientras la primera ganó US$5.000 millones, la segunda perdió US$4.500 millones. Vender entretenimiento y espectáculo es más rentable que exportar uchuvas”. Otro terció: “Y si hablamos de tecnología, arte y creatividad, tenemos escuela. Miren a los narcotraficantes rellenando con coca laptops, muebles, estatuas de la Virgen, arepas y sostenes.”

Un finquero despistado, agregó: “Ojo, la tal Economía naranja es vieja de estar aquí. Hay puesticos callejeros con mesa y toldo, donde le exprimen a uno las naranjas, echan el jugo en botellitas, le ponen sello, tapa y etiqueta. Venden mucho. Dejé de comprarle a uno –anota- porque un competidor me dijo que inyectaba las naranjas con agua de la pluma. ¡Ojalá no vayan a hacer eso con el proyecto del Gobierno!”.

Así ciencia y tecnología avancen raudas, ojalá tenga éxito el plan naranja. Hay que pensar sí a futuro en pequeños ‘ajustes estructurales’, como dicen ahora: Que el presupuesto del MinCultura sea igual o superior al de Defensa; que nos ‘demos la pela’ y hagamos respetar las leyes de propiedad intelectual, pilar de esa economía. Porque aquí la piratería es un deporte: Una semana después de terminada una película en USA, y ya la venden en DVD en la Calle Bonita (¿?).

Hay gran talento en Colombia: Cantantes, músicos, diseñadores, grupos de teatro, arquitectos, pintores, artesanos, que bien apoyados por el Gobierno podrían generar riqueza y buena imagen en el exterior. ¿Podrá lograrse que la música de carrilera sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad?

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